viernes, 21 de junio de 2013

2 Corintios - La comunidad del nuevo pacto

Hola a todos. Llegamos, me parece, a otro punto importante de la segunda carta a los corintios, así que me gustaría hacer una breve recapitulación antes de seguir avanzando. Como hago siempre, voy a copiar los links de las reflexiones anteriores por si las quieren revisar, por si las quieren releer, y esas cosas. Al lado de cada link voy a poner el pasaje de ese capítulo que tomé específicamente para esa parte del repaso. Recuerden: lean especialmente la palabra. Les paso otra vez el link de Bible Gateway. Oren para que Dios también les hable a ustedes, y, si se animan, compartan lo que sintieron que les decía. Otra cosa más: recuerden que no soy teólogo ni nada parecido. Solamente publico aquello que yo mismo reflexioné para mí en su momento. Por eso el subtítulo de este blog: "un cuaderno abierto de reflexiones acerca de estudios bíblicos personales".

2 Corintios 6 - Entrega absoluta 6:4-6
2 Corintios 7 - Comunidades vivas 7:1
2 Corintios 8 - Compartir 8:12-13
2 Corintios 9 - Generosidad 9:10-11
2 Corintios 10 - Parámetros 10:3-4

Había dicho en la recapitulación de los primeros capítulos que la segunda parte era como la "puesta en escena" de todo lo que se había hablado en esa primera parte. De alguna manera, esta reflexión apunta a eso. A medida que vaya tratando de recorrer más o menos las reflexiones anteriores voy a ir poniendo en foco en esos pasajes principales que resalté.

En primer lugar, destaco del capítulo 6, y en especial del pasaje que remarqué, que en todo "nos acreditamos como servidores de Dios" (6:4). Este es, en última instancia, el propósito de nuestras vidas, y el motivo para el cual fuimos creados. Más adelante probablemente publique acerca de esto, pero por ahora basta con decir que sobre esa idea quiero basar esta reflexión: somos servidores de Dios, y hay una serie de cosas que nos acreditan como tales, es decir, verifican que lo somos.

Y no me refiero al cumplimiento de una serie de reglas. Es más bien algo que se va construyendo y reflejando en la práctica de nuestras vidas. En el capítulo 6 habíamos visto que Pablo ponía el énfasis en la entrega. Ahora bien, si prestamos atención, esto de la entrega se extiende por los demás capítulos que leímos. Aunque la palabra "entrega" en sí no aparece mucho más, podemos pensar que varias cosas de las que habla la carta tiene que ver con esto.

Fíjense que por un lado, Pablo hablaba de abrir el corazón. Esto es para mí la primera señal de un servidor de Dios. Dejamos que las demás personas formen parte de nuestra vida. Les hacemos un lugar. ¿Qué quiero decir con esto? Bueno, servir a Dios es, en gran medida, servir a otros, contribuir a que tenga una vida lo más agradable posible. Esto muchas veces implica ayudar a otras personas en sus situaciones, o acompañarlas en sus circunstancias. Ahora, para hacer esto, tengo que poder dejar que esa persona se convierta en importante para mí. No importa si es tan sólo por el momento en el que la estoy ayudando, pero tengo que tener una predisposición a abrir mi corazón que me permita lograrlo de manera espontánea. Esto es, para mí, la primer característica de la entrega. Dijimos que tenía que ver con confiar en la otra persona, y a su vez con ser confiables. Jugarme por las demás personas. Abrirnos totalmente, al 110% había dicho en esa reflexión, sin ocultar quienes somos, con todo lo que eso significa (fortalezas, debilidades, errores, virtudes).

Por otro lado, a lo largo de los capítulos aparecía la idea de que esta entrega no se limita a algo determinado, particular. Tiene que ver con toda mi vida, todo lo que soy. Eso es lo que, en definitiva, le entrego a los demás. Porque la gloria de Dios reflejada en nosotros, contenida en nuestras vidas, de la que había hablado en las reflexiones de los capítulos 3 y 4, y en la recapitulación anterior, se manifiesta en un montón de cosas concretas que hacemos en nuestras vidas. Esta es la forma que toma ese "compartir la gloria de Dios" en el escenario real de nuestras vidas.

Además, esta entrega no tiene que ser en un momento particular o con un motivo concreto de ese momento. Es algo permanente; es más bien una actitud. Es la predisposición a hacerlo siempre que tenga oportunidad. La "buena voluntad" de la que habla el capítulo 8. Entonces, es como una actitud hacia las demás personas, que me hace verlas como personas que es necesario que estén bien. Y que yo siempre voy a tener algo para aportarles, y siempre voy a tener oportunidades para hacerlo. Insisto: es más bien una actitud hacia los demás.

Pero para alcanzar esto es necesario que algo se produzca en nosotros. Diría "que algo se produzca primero en nosotros", pero en realidad es algo continuo, un proceso que abarca toda la extensión de nuestras vidas. Es nada más ni nada menos que crecer. Crecer en pureza. ¿Qué es la pureza? En mi opinión es, en definitiva, despojarnos de "todo lo que contamina el cuerpo y el Espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de santificación" (7:1). Había hablado de esto. Acá la palabra "temor" es la más cercana para traducir ua idea que no existe en nuestra lengua, que vendría a ser algo entre reverencia, respeto, admiración y reconocimiento del poder, en este caso de Dios. Y la santificación tiene que ver con convertirnos en lo que Dios planea de nosotros, digamos, la mejor versión de nosotros mismos.

Este proceso de crecimiento, que nos hace ser cada vez más como Dios planea, hace que se produzca en nosotros una serie de cambios. El más evidente y grande de ellos es que tengamos cada vez un mayor afecto por las personas, de nuevo, el deseo creciente de que los demás estén bien. Y esto, en particular, debería pasarnos con nuestra comunidad. Las comunidades del nuevo pacto (en definitiva, la iglesia entera, pero por lo menos nuestra comunidad de pertenencia), es un campo de práctica para probar esto de la entrega, para ensayar el trato hacia otras personas y el aportar lo mejor que podamos para las vidas de otros. Esto es, en definitiva, el amor fraternal del que habla la palabra, y es una de las principales características, en mi opinión, de un servidor de Dios. Pablo, en el capítulo 8, habla de esto.

Y otra consecuencia es, como hablaba el capítulo 10, un cambio de parámetros. La comunidad del nuevo pacto debería manejarse con criterios diferentes a los del resto de la sociedad. El valor que cada persona tiene, la idea de lo que es correcto y lo que no, las prioridades, un montón de cosas deberían ser diferentes en la iglesia que afuera. Por supuesto, la iglesia está hecha por personas, por seres humanos, pero esto no es excusa. De nuevo: la gloria de Dios resplandece en nosotros. Cristo transforma nuestras vidas, y esto es real, concreto. Se manifiesta también en la práctica de la vida. Es importante conocer, entonces, la palabra de Dios, no ya como individuos, sino como comunidades. Ésta es una de las principales características que la biblia atribuye a las comunidades de Dios, tanto en el antiguo como en el nuevo testamento. Y las normas y convenciones con que la iglesia se manejen tienen que estar en línea con la palabra de Dios. En cuanto a los parámetros con que se manejen las relaciones, las decisiones, y, en definitiva, toda la vida en estas comunidades que son las iglesias, deberían estar sometidas a revisión en Cristo, permanentemente, es decir, ser siempre reformuladas a la luz de lo que los miembros de esa comunidad van comprendiendo que la palabra dice.

Pero siempre, esos parámetros van a apuntar a lo mismo: apertura de corazón, predisposición a servir a otros, en todo lo que pueda y en cada momento, y aportar al crecimiento de cada persona en el conocimiento de Cristo y la reverencia a Dios. Ésta, para mí, es la clave de estas comunidades. Y esto se refleja en la comprensión de que estas comunidades existen para servir a Dios, y por lo tanto, a las demás personas. No tanto para compartir la palabra, aunque esto es importante, sino para compartir en realidad una determinada forma de vivir, y un propósito para la vida del ser humano: sembrar bendición, es decir, entregar todo lo que podamos a los demás. Vuelvo a algo que aclaré en el capítulo 8. Esto no quiere decir dar todo hasta quedarme sin nada. Pero sí saber que todo lo que recibimos, lo recibimos para poder darlo. Dios mientras tanto nos cubre en nuestras necesidades, y esto también es real. Y si lo hace, es para que nosotros podamos despreocuparnos de eso y concentrarnos en dar, en aportar a la vida de otros, y así reflejar de manera práctica, concreta, la gloria de Dios. Insisto: Dios no nos da en abundancia porque damos mucho de nosotros, sino que nos da en abundancia para que podamos dar mucho de nosotros. Éste es el secreto de las comunidades del nuevo pacto. Y la motivación que se nos propone, es que de esa forma todos estemos en la mayor igualdad posible de condiciones, al compartir todos todo lo que podamos y así llenar cada uno lo que le falta al otro.

Que el Dios de la abundancia, que suple semilla para que sembremos y también pan para que comamos, brille con intensidad en nosotros no solamente en la actitud de nuestra mente, para que tengamos buena predisposición, sino en la vida concreta de cada uno para que reflejemos de forma práctica su amor por todos, contribuyendo al crecimiento y al bienestar de los demás. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

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