martes, 14 de febrero de 2012

Armadura de Dios - La coraza de justicia

¡Hola a todos! Hacía mucho que no publicaba tan seguido, creo. Pero mi idea es que en lo posible no se pierda el hilo de la serie, así que voy a tratar de mantener el ritmo. Hoy nos toca la segunda "pieza" de la armadura. Como dije en la publicación pasada, insisto en que puede ser útil memorizar el pasaje de Efesios así como el versículo central de la reflexión. Cuando hice por primera vez esta reflexión, lo hice, y fue bastante útil.

"... protegidos por la coraza de justicia..." (Efesios 6:14)
Cuando pienso en esta frase, lo primero que me pregunto es, ¿qué es la justicia? Pienso que esta palabra tiene distintos significados según el contexto. La justicia es, digamos, lo que está bien. También puede ser la retribución equitativa, incluyendo un mal y su castigo. La justicia puede ser la declaración verdadera de la condición de alguien, o un juicio de valor acertado sobre una persona, por ejemplo, diciendo si es inocente, si es culpable, declarando que es honrado, que es mentiroso, y cosas por el estilo.

En cualquier caso, la justicia, en su máximo exponente, es la opinión que Dios tiene sobre algo o alguien. Dios es justo, y es el que justifica, es decir, el que imparte la verdadera justicia. Si es lo que está bien, Dios es el que lo determina. Si es una retribución, Dios es el que la hace de manera absolutamente acertada. Si es una declaración, Dios es el único dueño de la verdad. Si es un juicio de valor, Dios es el único juez absolutamente infalible.

La palabra de Dios dice que nos mantengamos protegidos por la coraza de justicia. Es interesante que nos llame a mantenernos protegidos. Pienso que podemos llegar a pensar que es algo que Dios tiene que hacer, vestirnos de justicia. Sin embargo, no llama a nosotros a mantenernos. Creo que somos nosotros los que tenemos que decidir si vamos a quedarnos bajo la protección de la justicia de Dios, o sacarnos la coraza y quedar expuestos con nuestra propia justicia.

Eso puede ser un gran error. Romanos 3:10 dice que "no hay un solo justo, ni siquiera uno". Eso quiere decir que si me saco la coraza de la justicia de Dios, quedo totalmente expuesto a la injusticia, de los demás pero sobre todo a la mía. A veces tenemos la tendencia de usar nuestro propio juicio para discernir las cosas, y diría que "a veces" en este caso es solamente una forma de decir. Pero la verdadera justicia viene de Dios.

También corremos el riesgo de dejarnos arrastrar por la sensación de culpa frente a las cosas que hacemos mal, o incluso cosas en las que no tenemos ninguna responsabilidad pero por algún motivo nos sentimos culpables.

FILIPENSES 3:7-11
Ahora bien, ¿cómo nos mantenemos protegidos por la coraza de la justicia de Dios? Pienso que este pasaje nos da una clave bastante fundamental. "Todo aquello que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por causa de Cristo". Todo lo
que pensaba que me convertía en alguien importante, en alguien bueno, en alguien sabio, en alguien respetable, es basura. Lo que me importa es la aprobación de Dios. Pienso que esa es la idea general de este pasaje. Es algo muy difícil incluso de empezar a hacer, pero pienso que de eso se trata. No quiero mi propia justicia, dice Pablo, sino la de Dios, que viene por la fe. No por la confianza en mí mismo, y en mi capacidad para el bien, sino por la confianza en el Dios que puede restaurarme, levantarme cuando caigo, perdonarme cuando fallo y justificarme, declararme justo. Porque como vimos en las reflexiones sobre Romanos, eso es lo que pasa cuando creemos. Dios, a pesar de nuestras equivocaciones, más o menos graves, nos declara inocentes por medio de nuestra fe. Y esa justicia es la que nos protege, la que nos defiende, impide que la injusticia de afuera o incluso la de adentro nos dañe. Impide incluso que nuestra propia injusticia dañe a otros.

Por supuesto, esto no es un absoluto ni una constante. Seguimos siendo falibles, no importa cuánto tratemos de confiar en Dios. Pero la justicia es también una conducta, y su base está en la actitud de la fe en Dios. Es algo que el mundo no puede darnos, porque a rasgos generales, nos enseña a ser injustos: pensar en nosotros mismos, vivir la vida como se nos ocurra, hacer lo que nos parezca.

Pero la justicia está directamente relacionada con la obediencia. La coraza de la justicia de Dios protege nuestro corazón para Cristo, y requiere de nosotros una obediencia agradable a Dios. Una obediencia que no mira el temor, ni la culpa, sino el amor, hacia Dios y hacia los demás. El amor a Dios nos lleva al deseo de obediencia, y esa es la justicia que Dios espera de nosotros. Juan 14:23 dice "El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él.". De eso de trata la justicia: del Espíritu de Cristo, es decir, Dios mismo, viviendo en nosotros. Y nosotros, de esa manera, vivimos por y para él.

Para cerrar esta reflexión, quiero hacer un último comentario. No dejemos que nadie nos engañe: no importa lo que hagamos, o dejemos de hacer. Somos justos, porque Dios nos declara justos por medio de nuestra fe en Cristo. No cabe ninguna condena para nosotros mientras caminemos en el arrepentimiento, la humildad, y el amor. Esto no viene de nosotros, sino de Dios, como regalo. Sin embargo, ya que somos libres, usemos esta libertad para obedecer a Dios de corazón, y vivir la vida que él nos propone, una vida absolutamente plena.

Filipenses 3:9 - "No quiero mi propia justicia que procede de la ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe."

Que Dios, de quien procede la verdadera justicia, los llene de firmeza para mantenerse protegidos por la coraza de su justicia, que recibimos por medio de la fe en Cristo. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

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