jueves, 24 de octubre de 2013

La creación del mundo

Hola a todos. Después de un pequeño descanso, vuelvo a publicar. Estuvimos hablando de varias cosas relacionadas con la vida del ser humano, como la relación con Dios, la lucha diaria que atravesamos, la fe, la comunidad de fe, y otras cosas más. Pero quería proponer, ahora, una serie breve sobre los primeros momentos de la historia de la humanidad, detenerme en el principio de todo: la creación. Más allá de conocer el origen, de dónde venimos, y todo eso, que es muy importante, me di cuenta de que todo el proceso de la creación del mundo tiene muchísimo para enseñarnos. En definitiva, es la historia, que siempre nos habla del pasado, pero que si prestamos atención, nos habla mucho más sobre el presente.

Una de las cosas más significativas de reflexionar sobre la creación es que nos permite imaginar cómo era la vida antes de que existiera el pecado, cómo era la relación del hombre con Dios, para qué fueron creadas las cosas, en fin, me parece que es un tema al que como cristianos deberíamos volver con frecuencia. Si alguno está leyendo esto y no se considera cristiano, le doy la bienvenida y lo invito a recorrer esta aventura con nosotros igual, y a sorprenderse con los creyentes por todo lo que se puede llegar a descubrir en el relato de la creación.

En esta introducción quiero aclarar algunas cosas. El relato del Génesis es uno de los más cuestionados y analizados por personas ajenas a la iglesia: filósofos, historiadores, críticos literarios, y hasta científicos. Se suele pensar en términos de oposición fe-ciencia. Sin embargo, me parece que una cosa no descarta a la otra. El relato del Génesis no parece tanto ser descriptivo y detallado, sino conceptual. Cómo los científicos le dan forma, detalle, análisis y contenido al proceso de formación del mundo y del hombre, es otra cosa. Los dos relatos son perfectamente compatibles. Para mí, como creyente, la biblia tiene la última palabra, pero eso no significa que no esté de acuerdo con las teorías científicas que intentan explicar la forma en que este proceso se llevó a cabo.

En definitiva, da la impresión de que cuanto más atrás o adelante nos vamos en el tiempo, la biblia se vuelve menos específica, sobre todo si vemos lo que es el Génesis antes del diluvio, y lo que es el Apocalipsis, las dos partes más simbólicos dentro de toda la Escritura; a diferencia de los evangelios, que están en el centro de la biblia, y que son bien concretos y detallados.

Otra cosa que quiero recordarles, y que ya dije en algún momento, es que tenemos siempre la tendencia a creer que lo que vemos, lo descriptivo, la posibilidad de detallar, lo material y concreto, es lo que determina si algo es real, probable o verosímil. Pero lo que es realmente determinante es lo que no vemos, porque lo espiritual trasciende y organiza lo material. Si algo ocurre en el mundo de lo material, es porque algo ocurrió por detrás en el mundo de lo espiritual. Sea algo bueno, o sea algo malo. Si no están seguros de esto, hagan el ejercicio de repasar las cosas que vivieron en esta semana, y traten de dilucidar si no hay algo más profundo e invisible a los ojos que causó esas cosas, o que influyó en cómo lo vivieron, o en el impacto que tuvo en cada persona involucrada. Si lo analizan en profundidad y son sinceros, yo creo que no podrían dudar de esto. Todo, en definitiva, en última instancia, es espiritual.

Por eso, el "sentido común" que nos enseñan desde chicos, como ya dije hace poco, no nos sirve para entender cómo realmente funciona el mundo. Justamente porque se basa en la experiencia material, en lo que vivimos en el cuerpo, o en la relación humanamente lógica entre las cosas: causa y efecto. Si el mundo realmente funcionara en base a lo que se puede medir, hace tiempo que habríamos podido explicar todo lo que el ser humano vive en esta vida. Sin embargo, hoy en día seguimos buscando esas explicaciones, por algo existe la filosofía, la sociología, la psicología y tantas otras disciplinas.

Parece que se me fue la mano con las aclaraciones, pero me parece que es importante para que entendamos lo que estamos por analizar. La biblia es la palabra de Dios. Si le creo, le creo, entienda o no a qué se refiere. Por supuesto, es importante hacerse preguntas, porque eso nos ayuda a comprender mejor la vida que vivimos y también nos acerca más a Dios. Pero en última instancia, todo es una cuestión de fe: se trata de creer que la explicación bíblica tiene o no tiene sentido, independientemente si también le creo a la versión científica (que también es una cuestión de fe, fe en los instrumentos de medición, fe en las teorías, fe en las demostraciones).

La fe viene antes de conocer lo que dice uno u otro relato. Me acerco al relato con actitud de confianza o desconfianza. Si voy a la biblia con actitud de desconfianza, probablemente el relato no tenga sentido. Si voy a la ciencia con actitud de confianza, obviamente va a tener sentido lo que me diga. Lo mismo pasa al revés. Y las dos cosas pueden ser compatibles, si confío en las dos. Pero en lo personal, lo que más vale es lo que diga la biblia, porque confío más en la biblia que en el conocimiento humano. Así que si en algún punto la biblia y la ciencia se contradicen, yo opto por creerle a la biblia.

Lo que propongo en esta publicación es que se animen, creyentes y, si alguno está leyendo esto, no creyentes, a acercarse con una actitud de confianza. No hay otra forma de comprobar que lo que dice la biblia es cierto. Si confío, Dios se encarga de que viva cosas que me lo confirmen, pero siempre viene después de la fe. Esto no es casual. Alguno podría decir "qué conveniente". Claro, si creo, después voy a considerar que todo es cierto, y voy a explicarme mi vida a través de la biblia. Yo pensaba lo mismo, incluso lo pensé siendo creyente. Me acercaba a la palabra con cierto recelo, sin darme cuenta, por pensar esto. Pero me olvidaba de un detalle: Dios es un Dios vivo, que actúa en serio. Cuando me animé a confiar, empecé a ver esto. Empecé a ver el verdadero resultado, especialmente cuando las cosas que vivía me sorprendían, y cuando venían antes de conocer lo que la biblia decía al respecto.

Por último, me queda decir que hay muchas cosas de la perspectiva bíblica que jamás vamos a poder explicarnos, porque tienen que ver con la naturaleza y la mente de Dios, que son muy superiores a las nuestras, y por lo tanto inaccesibles para nuestra estructura mental, al menos tal y como ella está en este "momento", es decir, desde la caída. A medida que crece nuestra fe, crece nuestro conocimiento y nuestra comprensión de Dios, pero supongo que ciertas cosas simplemente se nos escapan, como el concepto de la "eternidad", que podemos entenderlo pero sólo vagamente. Una de esas cosas es el origen de Dios. ¿Siempre estuvo ahí? ¿De dónde vino? ¿Hubo un tiempo sin Dios? Otra cosa, ¿por qué motivo creó Dios todo? ¿Para qué? ¿Por qué dejó que las cosas se dieran de la forma que se dieron?

Creo que la mayoría de estas preguntas, y otras que ustedes podrían pensar, sólo pueden responderse parcialmente. Pero tampoco hacen a lo que es nuestra vida práctica, y pienso que por eso la biblia no explica estas cosas. El propósito de la biblia, de toda la revelación de Dios, es llevar al ser humano a acercarse a Dios, y para eso sólo era necesario entender la necesidad que tenemos de Cristo. Toda la biblia, si nos fijamos, conduce a Cristo. La biblia misma lo establece: "la ley vino a ser nuestro guía encargado de conducirnos a Cristo para que fuéramos justificados por la fe" (Gálatas 3:24), y "desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús" (2 Timoteo 3:15).

De hecho, Cristo es la palabra de Dios, convertida en cuerpo. Él es la palabra viva, y si nos fijamos en el relato del Génesis, todo lo que fue creado por Dios fue hecho a través de la palabra. Dios decía algo, y esto empezaba a existir. Juan confirma esto: "en el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio. Por medio de él todas las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir" (Juan 1:1-3). Todas las cosas existen por medio de Cristo, e incluso para Cristo. La biblia es clara también sobre ésto: "Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación, porque por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado por medio de él y para él" (Colosenses 1:15-16).

La biblia va todavía más lejos: Dios "nos hizo conocer", a través de esta revelación que es su palabra, "el misterio de su voluntad conforme al buen propósito que de antemano estableció en Cristo, para llevarlo a cabo cuando se cumpliera el tiempo: reunir en él todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra" (Efesios 1:9-10). Todas las cosas. Podríamos pensar que Cristo es casi la razón y el propósito de toda la creación, y también el centro de la Escritura. Por eso hay cosas que no están explicadas. Sólo está explicado aquello que de alguna forma apunta a Jesús o a este propósito de reunir en él todas las cosas.

Por eso el relato de la creación. Las cosas fueron creadas por y para Cristo. Tenemos que conocer cuáles son esas cosas. Lo interesante es que el versículo 1, de toda la Escritura, dice que "Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra". O sea que en el principio, Dios ya estaba. O sea que él existe desde antes del principio de este mundo. Con eso alcanza, me parece. Nos habla de que él es el principio de todo, y él es el fin. Él es el que da sentido a todo. Para aquellos que lo conocen, ¿no les pasó que todas las cosas de su vida, lentamente, van teniendo más y más sentido a medida que se acercan más a él? Yo, personalmente, empecé a entender más mi pasado y mi presente desde que le abrí mi vida a Jesús. Incluso en cosas que no me había preguntado antes. Y el pasaje de Juan da a entender que Jesús también: "él estaba con Dios en el principio". Es lógico, porque Jesús es Dios, es un aspecto de Dios, su costado visible, diríamos.

Bueno, espero que haya servido todo esto para reflexionar en la importancia de conocer qué dice la biblia sobre el principio de los tiempos, adónde apunta el relato, y qué tiene para aportarnos. Tenemos que leerlo y analizarlo en esa clave: sirve para explicarnos en profundidad el sentido de todo lo que existe. En definitiva, Dios es eterno, y para él, el tiempo no existe. ¿No será que para él todo pasa "al mismo tiempo", por así decirlo? Todo: creación, la historia, la salvación del ser humano, el pecado y el perdón, la muerte y la vida. Tal vez todo forma parte del mismo proceso de la creación. Sólo que nosotros lo vivimos con muchísimo detalle porque formamos parte del proceso. Formamos parte del tiempo. Igual, otra de las cosas que pasan cuando nos acercamos a Dios y lo recibimos, es que empezamos a tener mayor dimensión de la eternidad, a experimentar, al menos en pensamiento y en sentimiento, el "salirnos" del tiempo, y empezamos a poder ver un poquito más desde arriba las cosas. Hay enormes limitaciones a esto, por supuesto, porque seguimos siendo humanos, pero como Dios es eterno, recibirlo adentro de nosotros mismos, en nuestra propia vida, nos hace un poco más eternos.

Espero que haya sido de bendición esta reflexión, y espero lo mismo de la serie que voy a empezar a publicar. Es mi oración que todos los que la lean puedan descubrir qué es lo que Dios les dice a través de ella, filtrar aquellas cosas que vienen de mi propia reflexión, y así conocer un poco más a Dios. Mi consejo es que se atrevan a creer en serio, que se entreguen de lleno a la confianza, que tal vez ya tengan o tal vez todavía no, en la palabra de Dios, y que se animen a descubrir las "locuras" que Dios nos propone que creamos, porque "la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana" (1 Corintios 1:25).

Que el Dios que está desde antes del principio, el Primero y el Último, renueve nuestro entendimiento y abra nuestros ojos para que cada vez podamos ver un poco más desde arriba y desde afuera, y vivir una vida más y más eterna, no solamente en la duración, sino sobre todo en la experiencia. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

sábado, 5 de octubre de 2013

La nueva vida 6 - Vivir la vida

Hola a todos. Hace ya un par de meses que vengo publicando la serie sobre la nueva vida que recibimos en Jesús. La idea era, en definitiva, poder entender un poco más de qué se trata y poder, básicamente, disfrutar mucho más de las cosas que Dios nos ofrece como parte de esa vida. Siento que muchas veces vivimos a mitad de camino. Por supuesto que esto es sólo una serie de reflexiones publicadas por una persona común, no soy teólogo, ni nada de eso, y mucho de lo que diga en estas publicaciones puede estar condicionado por falta de información. Pero bueno, la idea es compartir aquellas cosas que siento que Dios me enseña a lo largo de mi caminar con él, como es la idea de todo este blog. Por eso, siempre, lo más importante es que presten atención al pasaje que comparto, en el que está basado o inspirado la reflexión.

Si queremos disfrutar al máximo de la vida que Dios nos brinda, hay tres cosas que son fundamentales: creer que la biblia es la palabra de Dios, y por lo tanto verdadera y eficaz; buscar todo el tiempo tener una relación directa con Jesús a través de la oración, hablándole y estando atento a las formas que tiene de respondernos; y desprendernos del sentido común que nos enseña la sociedad, porque muchas veces Dios va a poner en cuestión los supuestos más básicos sobre cómo creemos que funciona el mundo.

Dijimos que para acceder a las bendiciones que Dios me propone es necesario que entienda que toda mi vida es vida cristiana, no sólo cuando voy a la iglesia. Siempre estoy en la iglesia. A veces cuesta hacer encajar eso en la rutina, sobre todo cuando tenemos que tomar decisiones que irían en contra de lo que la gente considera normal. Pero es necesario superar esa encrucijada y elegir vivir como Dios nos propone. En el camino probablemente tengamos que dejar, o al menos estar dispuestos a dejar, muchas cosas, y hasta relaciones, pero recordemos siempre que nos esperan enormes bendiciones del otro lado de esa apuesta. En definitiva, se trata de eso, dejar atrás el pasado, con sus cosas buenas y malas, y aceptar que Dios quiere que empiece de nuevo, con una nueva forma de pensar y de vivir. Por supuesto, muchas cosas van a seguir estando ahí, pero no podemos detenernos a pensar en eso o aferrarnos a lo que teníamos. Si nos agarramos de lo que está atrás, no avanzamos hacia lo que está adelante.

"Somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica" (Efesios 2:10).

"¿Cómo sabemos que hemos llegado a conocer a Dios? Si obedecemos sus mandamientos. El que afirma: 'lo conozco', pero no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y no tiene la verdad. En cambio, el amor de Dios se manifiesta plenamente en la vida del que obedece su palabra. De este modo sabemos que estamos unidos a él: el que afirma que permanece en él, debe vivir como él vivió" (1 Juan 2:3-6).

"Supongamos que un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse y carecen del alimento diario, y uno de ustedes les dice: 'Que les vaya bien; abríguense y coman hasta saciarse', pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué serviría eso? Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta" (Santiago 2:15-17).

"Pongan en práctica lo que de mí han aprendido, recibido y oído, y lo que han visto en mí, y el Dios de paz estará con ustedes" (Filipenses 4:9).

Estamos acostumbrados a pensar en un Dios que si no hacemos las cosas bien, nos castiga, y si las hacemos bien, nos premia. Tal vez tiene que ver con que prevaleció durante mucho tiempo entre nosotros una teología que estaba inspirada en gran medida en el Antiguo Testamento, o una religión que pretendía controlar mediante reglas a los que la integraban.

Pero Jesús nos da libertad. Si la religión nos ata a un sistema de reglas, puede que Jesús no esté presente en esa religión. Alguno me dirá, "te estás contradiciendo con los pasajes que vos mismo citaste". ¿Es así? ¿Es contradictorio con los pasajes? Vamos a ver bien de cerca.

El pasaje de 1 Juan parece ser el más problemático. El que afirma que conoce a Dios pero no obedece los mandamientos es un mentiroso. ¿Quién puede obedecer, si justamente dijimos que siempre estamos pecando, o sea, haciendo cosas que van contra lo que Dios dice? Seríamos todos mentirosos. Para entender esto creo que es necesario ver lo que dijo Jesús al respecto: "¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él" (Juan 14:21).

La clave, entonces, no está en obedecer, sino en hacer míos los mandamientos. Hacer míos los mandamientos: creer con tanta convicción que lo que Dios me pide es lo correcto que lo hago como si fuera yo mismo el que lo propuso, al que se le ocurrió que tenía que ser así. Dios propone todo un cambio de mentalidad, para que los nuevos códigos reemplacen a los que teníamos antes, que en definitiva no eran nuestros, sino que estaban formados a partir de lo que se nos enseñó desde chicos.

Por eso, a mi entender, Santiago dice que la fe sin obras está muerta. No porque tengamos que hacer cosas para mantener viva nuestra fe, sino al revés: si no hacemos las cosas que se nos piden quiere decir que hay algo mal con nuestra fe. Tal vez no creemos en serio. Tal vez no creemos todo. Pienso que sobre la fe, o sobre el cristianismo en sí, hay muchos prejuicios basados en desconocimiento, o muchas cosas que parecen muy místicas y son en realidad muy concretas. Por eso es fundamental conocer la palabra de Dios. ¿Cómo puedo amar lo que Dios me pide, cómo puedo hacer míos sus mandamientos, si ni siquiera los conozco?

Por ejemplo, la biblia nos llama a ser santos. ¿Quiere decir que tenemos que ser perfectos? Bueno, la biblia a veces usa incluso esa palabra, pero no quiere decir hacer todo bien. Ser perfecto quiere decir estar completo. Eso ocurre cuando Dios forma parte de nuestras vidas. No significa que ahora somos buenas personas y no hacemos nada mal. Y ser santos significa haber sido apartados para el servicio de Dios. No significa ser tan puro que no haga nada mal, como solemos pensar. Es como dice el pasaje de Efesios: nosotros, al creer en Jesús, somos llevados otra vez al propósito original por el que fuimos creados, las buenas obras, la obediencia a Dios. El propósito de nuestra existencia es obedecer a Dios y amar y cuidar lo que él hizo. Por eso nos sentimos bien cuando hacemos cosas buenas. Por eso, si aceptamos esto, la vida va a ser para nosotros mucho más placentera. ¡Estaríamos haciendo justamente aquello que fuimos creados para hacer!

Nos acostumbran a pensar que las religiones son como la filosofía, formas de pensar, estilos de vida teóricos que después tratamos de aplicar más o menos. Tal vez así sea. Si es así, el cristianismo no es una religión. El cristianismo, como lo indica el nombre mismo, es ser como Cristo pero en miniatura. Jesús obedeció en todo, pero él no podía desobedecer a Dios porque él mismo es Dios. Nosotros no vamos a tener 100% de efectividad. Sin embargo, tenemos que entender que el cristianismo es esencialmente práctico, no teórico. Si creo en Jesús, esto no se manifiesta primero porque empiezo a hablar como un teólogo o saber pasajes de la biblia de memoria. Claro que estas cosas no son malas, pero tampoco son buenas. Sólo son útiles si surgen espontáneamente.

Pero la fe viene antes que las obras. Las obras deberían ser una consecuencia. La religión que practico debería ser una consecuencia de la relación práctica que tengo con Dios. Y me relaciono con Dios hablándole, pero también viviendo como él vivió. Porque Jesús vive en mí, y si eso no se refleja en una facilidad cada vez más grande para ir haciendo las cosas como él enseña, es probable que lo esté ignorando, en vez de relacionarme con él. "He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios" (Gálatas 2:20). Esto es más bien un proceso. Pero cuanto más me relaciono con Dios, más esto se vuelve una realidad en mí vida. Conozco a Dios a través de la obediencia, y la obediencia no es hacer cosas puntuales sino una actitud: es lo que quiero hacer en todo momento. Es querer en todo momento hacer lo que Dios quiere, independientemente de que me salga o de que sepa exactamente qué es lo que Dios quiere en una situación particular. Después viene lo demás, pero ya esa actitud habla de mi fe: quiere decir que considero de verdad que lo que él me dice es lo mejor que puedo hacer. Si esto pasa, estoy haciendo míos sus mandamientos, incluso los que no conozco.

Este es el requisito para vivir plenamente, para vivir en paz, para disfrutar al máximo la nueva vida que nos da Jesús. Filipenses lo establece claramente: "Pongan en práctica... y [entonces, sólo entonces] el Dios de paz estará con ustedes". No puedo esperar tener paz, no puedo esperar vivir tranquilo, a pesar de las tormentas, de los problemas, de las dificultades, si no estoy dispuesto a poner en práctica lo que aprendo de Dios. Y no sólo eso. Tengo que estar dispuesto a creer todo, hasta lo que me parece difícil de creer. En definitiva, creer es creer. Si voy a creer, no puedo hacer una selección. Si creo que la biblia es verdadera, es verdadera para todo.

Sobre esto, quiero aprovechar para plantear una de las cosas que solemos dejar afuera como cristianos al pensar en nuestra propia vida. La vida cristiana es una lucha permanente. No contra las personas que nos presionan para hacer cosas que no nos gustan, ni nada de eso. Nuestra lucha es contra seres que no vemos. Hablo especialmente del diablo. Sé que para muchos es difícil de creer que exista, que para muchos es algo muy místico. Sin embargo, Jesús es claro: "El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia" (Juan 10:10). El principal opositor para que no tengamos una vida abundante, una vida plena, es el ladrón. El que sabotea nuestras vidas y nos hace disfrutar menos, inundados en preocupaciones y desgastados por esforzarnos en conseguir cosas que a veces ni siquiera necesitamos. Y si esto es así, ¿quién es el ladrón?

Voy a tener trabas, dificultades, problemas para poder poner en práctica las cosas, porque me enfrento con enemigos que no veo y que me ponen esas trabas. El ladrón no quiere que cumpla los propósitos de Dios. Tampoco quiere que viva plenamente, que mi vida tenga sentido, y por eso no quiere que crea que las cosas son como la biblia dice. Sin embargo, vuelvo a la idea original: hay una sola vida. La verdadera vida es una vida con sentido. Es eso o nada, quiero decir, lo otro no es vida. La vida es estar con Jesús, y poner todo mi esfuerzo y concentración en vivir como él vivió. Para eso tengo que estar cerca de él, en oración, a través de la biblia, y poniendo las cosas en práctica. Eso es vivir. Esa es la vida que Jesús nos ofrece.

Que el Dios de paz, que transforma nuestras vidas para que podamos vivir como él nos pide y disfrutar así del propósito para el que fuimos creados, nos llene de poder para enfrentar las trabas y dificultades, y esos enemigos que no vemos, para que podamos tener una vida verdadera, llena de sentido. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

martes, 1 de octubre de 2013

La nueva vida 5 - La voz de la conciencia

Hola a todos. Esta vez publico dentro de un tiempo razonable. Ya estamos llegando al final de esta serie, y espero que hayan sido muy bendecidos hasta ahora. Recuerden que no soy teólogo, así que todo lo que comparto son interpretaciones personales, que pueden ser más o menos acertadas, pero a las que le falta seguramente conocimiento teórico importante. Sin embargo, considero siempre el Espíritu Santo puede aportar algo sobre el conocimiento de Dios a partir de la palabra si se lo pedimos. Importante entonces orar antes de leer, y pedirle a Dios que nos guíe en la lectura y reflexión.

Dios nos ofrece una vida nueva, nacer otra vez. Para acercarnos a esta nueva vida, tenemos que animarnos a descubrir la palabra de Dios como verdadera y eficaz, buscar a Dios con sinceridad tratando de conocerlo y tener una relación personal y fluida con él, y estar dispuestos a abandonar ciertos prejuicios sobre cómo funciona la vida basados en el llamado "sentido común", que no responde a los mismos parámetros que el sentido común de Dios.

Si vamos a tener esta nueva vida, tenemos que vivirla en serio, en nuestro día a día, no sólo en la iglesia. O mejor dicho, siempre estamos en la iglesia, en cualquier lugar en el que estemos. En algún momento esto choca con lo que nos propone la sociedad, y tenemos que elegir cómo queremos pensar y vivir. Si superamos esta encrucijada y seguimos buscando esta nueva vida, vamos a tener que arriesgar posiblemente muchas cosas, o hasta relaciones. No siempre vamos a perderlas, pero sí tenemos que estar dispuestos a arriesgarlas, jugarnos todo por esta nueva vida. ¿Por qué? Porque vale la pena, porque del otro lado de esta gran apuesta nos esperan toneladas de bendiciones y una vida plena. Plena de disfrute, plena de sentido. Esto implica pasar de una actitud donde no me interesa qué diga Dios sobre tal o cual cosa, o en general, sino que quiero saber qué dice y hacerlo, hacer las cosas de esa manera. También implica necesariamente acercarme a su palabra y tratar de vivirla y aplicarla, y arrepentirme, del pecado y de los pecados, como decía la vez pasada. Cuando hago eso, todo empieza a cambiar.

"Así que les digo esto y les insisto en el Señor: no vivan más con pensamientos frívolos como los paganos. A causa de la ignorancia que los domina y por la dureza de su corazón, éstos tienen oscurecido el entendimiento y están alejados de la vida que proviene de Dios... Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad".
(Efesios 4:17-18,22-24)

"Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte... Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu, fijan la mente en los deseos del Espíritu. La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz".
(Romanos 8:1-2,5-6)

"Nosotros, por nuestra parte, tenemos la mente de Cristo" (1 Corintios 2:16)

¿Cuántas veces estamos por hacer algo y sentimos que no es lo correcto? ¿Cuántas veces sentimos que deberíamos hacer algo y no lo hacemos? Es como si hubiera algo en nosotros que nos trata de convencer de que actuemos como corresponde. Todas las personas parecieran tener como este sentido de lo correcto, algunos más desarrollados, otros menos. Es lo que normalmente llamamos la voz de la conciencia. Nos dicta qué hacer en cada momento, o nos dice que nos equivocamos.

Pero, ¿funciona realmente así? ¿Cómo hago para desarrollar este sentido de lo correcto? Bueno, hay una sola respuesta: Jesús. Cuando yo me arrepiento, lo que hago es romper con el pecado, como veíamos la vez pasada, es decir, terminar con el tiempo en el que no tenía en cuenta a Dios, y reconocer que si quiero vivir de verdad necesito tenerlo en cuenta todo lo que pueda. Eso es arrepentirse. Y el pasaje de Efesios dice que ese arrepentimiento implica necesariamente un compromiso: el de dejar de vivir como vivía antes. Estar dispuesto a cambiar lo que tenga que cambiar, incluso en mi forma de pensar. Tengo que cambiar mi mentalidad, la actitud de mi mente.

Efesios lo pone en estos términos: quitarme la ropa de la vieja naturaleza y ponerme la ropa de la nueva naturaleza. Vieja y nueva naturaleza. Antes era de una forma, ahora soy de otra. ¿Pero no era que Dios me ama como soy? Sí, precisamente. Esta nueva naturaleza es la que Dios había pretendido para nosotros. Esta nueva forma de ser, en realidad somos nosotros mismos, en una mejor versión. Es como que cuando venimos a este mundo, el pecado sabotea nuestra verdadera forma, y quedamos en esa forma rota, que tiene la tendencia a desobedecer a Dios, hacer las cosas por fuera de su plan. Sabotea en definitiva nuestra vida, lo que podemos llegar a ser.

Pero Jesús restaura esa idea original. De a poco, claro, y apoyándose en nuestra propia actitud y compromiso al respecto. Una cosa es segura: fuimos creados para ser mucho más de lo que somos ahora, seamos como seamos. Estamos viviendo al 1%, 2%, 3% de lo que realmente podemos llegar a ser. Tal vez un poco más... ¿10%? No importa el número, pero ciertamente queda mucho más por ser. No podemos alcanzar eso sin el arrepentimiento, o sea, sin alinearnos de nuevo, voluntariamente, con el proyecto de Dios. Y el arrepentimiento es reconocer que necesito tener a Dios en cuenta, siempre. Por eso este compromiso implica, por ejemplo, tomar más en serio la biblia, que es la palabra de Dios, la oración, que es nuestra comunicación con Dios, y por supuesto, el modelo de vida que él nos propone.

Ésta es la nueva naturaleza: vivir como Jesús vivió, ser la persona que originalmente Dios pretendió que fuéramos, no sólo una porción de ella. El cambio no tiene que ver con nuestros intereses, gustos, y esas cosas que en definitiva son cosas relacionadas con la vida en este mundo. El verdadero cambio tiene que ver con la manera de pensar, con qué cosas tenemos en alta estima, con la forma en la que miramos y entendemos el mundo. Se trata de dejar de mirar con el filtro de la sociedad y mirarlo con el filtro de Dios.

Claro, dicho así suena fácil, pero no lo es. El filtro de la sociedad probablemente no lo perdamos del todo mientras estemos en esta tierra. Y el filtro de Dios no podemos tenerlo porque no somos Dios. Sin embargo, hay una proporción directa entre acercarnos a la visión que tiene Dios y alejarnos de la que tiene la sociedad. La clave para esto está en esas tres cosas con las que asocié la nueva naturaleza: conocer la biblia, hablar con Dios y vivir cómo él me enseña.

Lo importante es que esto se manifiesta como una especie de lucha permanente entre dos formas de pensar diferentes. Romanos lo pone de esta manera: una mentalidad pecaminosa, una mentalidad del Espíritu. Dijimos que el pecado es ignorar a Dios. La mentalidad pecaminosa es la forma de pensar que desestima a Dios, a la que no le importa qué dice él sobre cualquier cosa particular. La mentalidad del Espíritu es todo lo contrario: la que nos da a conocer los pensamientos de Dios sobre cada cosa. El choque de estas dos mentalidades es la que produce en nosotros esa sensación de estar por hacer algo que no debería. Es, en definitiva, eso, una lucha permanente.

Antes, cuando no prestábamos atención a lo que Dios decía, no había tal lucha. Todo lo que hacíamos era por fuera del proyecto de Dios, justamente porque directamente no lo teníamos en cuenta. Por eso dice Efesios que nos dominaba la ignorancia, porque no conocer o no tener en cuenta a Dios nos quitaba opciones para decidir. Sin proponérnoslo, hacíamos siempre lo que queríamos nosotros, sin pensar en qué me diría Dios al respecto. Tal vez no hacía nada moralmente malo, pero el problema está en la raíz: ni siquiera pensaba en Dios, en si eso le gustaba o no a Dios.

Pero dice Romanos que "la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte" (8:2). Esto es por medio de Jesús, o sea, por acercarme a él, por recibirlo, por buscarlo con sinceridad. La forma de vivir de Jesús me libera de la forma que me impone mi propia forma de pensar, para poder disfrutar de la verdadera vida (por eso me libra de la muerte). Entonces, cuando trato de enfocar mi mente en la manera de pensar de Jesús, soy libre, tengo más opciones al elegir, tengo más poder de decisión, y puedo entonces empezar a habilitar un porcentaje mayor de mí mismo, avanzar hacia la plenitud, ¡hacia mi "yo" completo!

Esto parece un poco místico. ¿Tener el "Espíritu" de Dios? Pero no, se trata de eso: pensar cada vez más como Jesús. "Eso es imposible", podrían decirme, "Jesús era el Hijo de Dios". Bueno, pero la biblia dice claramente que nosotros "tenemos la mente de Cristo". Así que no es imposible. Es un proceso, pero empieza por buscar un poco más de su manera de pensar cada día. ¿Cómo? Biblia, oración, acción. No hay otra fórmula. Y en cada momento particular, cuando tenga un conflicto con lo que estoy por hacer, acordarme que la clave está dónde fije mi mente: en mi opinión sobre lo que estoy por hacer, o en la opinión de Dios. Tal vez no conozco la opinión de Dios sobre esa cosa particular, pero el hecho de preguntármelo ya fija mi mente en sus deseos. Lo más probable es que termine haciendo, entonces, lo correcto para ese momento particular.

Si tomo en cuenta a Dios, su mentalidad forma parte de mi conciencia, y entonces seguir a mi conciencia va a ir transformándose lentamente en seguir a Dios. ¿Me voy a equivocar? Sí, seguramente. Pero la mentalidad de Dios me va a marcar mi error para que pueda corregirlo la próxima vez. ¿Cuántas veces me voy a equivocar? ¡Quién sabe! Sólo Dios sabe, de hecho. Pero a Dios no le importa, lo que le importa es que mi actitud sea tenerlo siempre en cuenta. Eso es una actitud de arrepentimiento: tener la intención de seguir siempre los deseos de Dios. Mientras tanto, Dios va trabajando en mi vida para sacar lo mejor de mí, formando en mí una nueva imagen, un nuevo aspecto, una persona diferente a la que nació y vivió hasta ahora, similar pero mejorada. De eso vamos a hablar la próxima.

"Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio" (Filipenses 4:8). Esta actitud hace que vivamos mejor, disfrutando más, y que estemos en paz con la vida, incluso con nosotros mismos, incluso cuando sentimos que nos equivocamos. Nos saca la culpa, nos saca el miedo, nos saca la inseguridad y la vergüenza. ¿Así, de una? No, claro que no. Progresivamente, a veces más rápido, a veces más despacio. Eso es la vida. Va cambiando de ritmo. A veces crecemos de un salto en algunas cosas, pero después muy despacio en otras.

En fin, hay una sola vida, y está en Jesús. Fuera de él, no hay vida; solamente una cosa falsa que se parece a la vida pero no lo es. Para vivir como Jesús, y disfrutar de esa vida nueva, tengo que aprender a pensar como él. Cuanto antes empiece, mejor, porque eso lleva tiempo y mientras tanto me pierdo de disfrutar de muchas cosas que podría estar disfrutando, incluyendo disfrutar de mí mismo. Tengo que animarme a dejar atrás lo que fui, aunque sea más cómodo quedarme ahí, en lo que ya conozco. Porque sino, no voy a descubrir que lo que no conozco, lo que está delante de mí, es muchísimo mejor. Si empezamos a tener en cuenta a Dios en todo lo que hacemos, superamos la encrucijada, salimos del molde de la sociedad, somos libres. Subimos la apuesta cada vez más, porque la confianza en que Dios nos da cosas mejores que las que dejamos atrás ya deja de ser ciega y empieza a estar confirmado por la propia experiencia de la vida. De la verdadera vida, de la nueva vida.

Que el Dios de paz y de la vida renueve nuestras mentes y nos ayude a sacarnos la ropa vieja, sucia, manchada por formas de pensar que nos vendieron y nos hicieron creer, y nos ayude a vestirnos con la ropa nueva, limpia, que es la ropa de nosotros mismos en nuestra mejor versión. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.