domingo, 21 de marzo de 2021

Romanos 6 - de la muerte a la vida

Texto: Romanos 6

Hola a todos. En la reflexión pasada vimos que la desobediencia a Dios trajo como consecuencia un estado espiritual que la Biblia llama "muerte": estar enemistados con Dios por toda la eternidad. Pero Cristo, al pagar la deuda de muerte, al ocupar nuestro lugar, invirtió nuestra condición: en lugar de enemistad, tenemos paz con Dios. En lugar de tratársenos como culpables, se nos trata como inocentes. En lugar de estar separados de Dios, podemos acercarnos a él con confianza. Todo esto le pasa al que cambia su actitud de rebeldía por una actitud de obediencia a Dios, la obediencia de la fe de la que hablaba el primer capítulo: asumir el compromiso de vivir de acuerdo con lo que Dios estableció para el ser humano. La deuda era inmensa, así que la gracia, es decir, esa decisión unilateral de Dios de salvarnos, basada sólo en su amor por nosotros, y no en nada bueno que hayamos hecho o podamos hacer, terminó siendo inmensa también, porque cubrió todo el daño hecho por la desobediencia de todas las personas de todos los tiempos.

Pero hay un problema: Jesús murió por nosotros, pero nosotros seguimos pecando. ¿Cómo podemos interpretar eso? ¿Cómo se reconcilian esas dos verdades? Y más importante, ¿tiene solución esa brecha entre lo que Jesús hizo y lo que nosotros seguimos haciendo?

La respuesta más natural, y probablemente la más difundida, es: nos toca aceptar que seguiremos pecando, y confiar en que Dios nos perdona por esa gracia que quedó demostrada en la acción de Jesús. En todo caso, nuestro pecado no hace más que agrandar esa gracia, porque cuanto mayor es la desobediencia, más grande es la deuda que Jesús está cubriendo. Después de todo, "allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Romanos 5:20).

Pero en este capítulo, Pablo nos aclara que esa no es una opción. De hecho, si elegimos ese camino, nunca vamos a sentirnos tranquilos ante Dios, porque vamos a sentir que estamos despreciando el regalo de la salvación. Y en cierto sentido, tendríamos razón. Pero al mismo tiempo, el apóstol nos muestra un camino alternativo. Jesús murió, pero, como vimos en la reflexión pasada, la muerte no lo podía retener, porque la muerte es la consecuencia por desobedecer, y Jesús nunca había desobedecido a Dios. Así que quedaba exento de la muerte. Cuando nos unimos a Jesucristo por la fe, espiritualmente nos unimos a su muerte, participamos de su muerte. Morimos junto a él. Porque esa "naturaleza pecaminosa", desobediente, con la que nacimos, tiene que morir para que nazca una nueva naturaleza, que persiga la obediencia.

Así que ocurre un milagro, algo que humanamente sería completamente imposible de lograr: nos separamos del pecado, nos separamos de esa actitud desobediente y, sobre todo, el pecado pierde poder sobre nosotros. Antes de unirnos a Jesús por la fe, vivíamos para el pecado, porque vivíamos para obedecer a los deseos que nacían de nuestra propia voluntad sin Dios; vivíamos sin darle importancia a él. Pero eso nos dejaba bajo la condena a muerte que Dios había establecido como precio por la desobediencia. Así que para el pecado estábamos vivos, pero para Dios estábamos muertos.

Pero ahora, eso también se invierte: ahora tenemos un poder espiritual que antes no teníamos. Tenemos el poder para vivir una vida de obediencia. En ese sentido, la salvación nos transforma, nos da una capacidad nueva: la capacidad de buscar la obediencia a Dios. Habíamos visto que esa capacidad el humano ya no la tenía, no había "nadie que busque a Dios" por sí mismo. Pero con la salvación, Dios nos da el poder de romper con las reglas del pecado, de la rebeldía, de la desobediencia, de "a mí nadie me va a decir cómo vivir mi vida", y tener una vida nueva, que pueda obedecer a la fe y perseverar en esa obediencia.

En otras palabras, antes éramos esclavos del pecado, pero ya no. Cuando abrazamos la fe en Cristo, dejamos de ser esclavos del pecado, y se nos abre la puerta para vivir en libertad. Antes no teníamos escapatoria: quisiéramos o no, íbamos a seguir viviendo con reglas que eran más fuertes que nosotros. No podíamos cambiar nuestra cabeza para empezar a llamarle "mal" a las cosas malas y "bien" a las cosas buenas. Y si lo hacíamos, era con muchas dudas, y sin saber si teníamos razón o no. Pero ahora empezamos a poder separar lo bueno de lo malo, y elegir lo bueno, elegir la obediencia de la fe, el estilo de vida que Dios promueve. Si hacemos el trabajo necesario con nuestro carácter para volvernos más obedientes a Dios de manera genuina, natural, tenemos el éxito garantizado, porque el pecado ya no tiene poder para dominarnos. Puede llevar tiempo, por supuesto, porque el daño en nuestras conductas y respuestas automáticas ya está hecho, y puede tomar tiempo repararlo. Pero no hay nada que nos impida tener éxito. Es seguro que vamos a poder volvernos cada vez más limpios si lo intentamos y buscamos las sabiduría que Dios nos ofrece. El próximo capítulo, y por lo tanto la próxima publicación, se explayan más sobre este punto.

Pero lo importante en este punto es entender que ser libres es lo mismo que ser "esclavos de la justicia". Es decir, siempre vamos a estar bajo la obediencia a alguien. Pero antes de la fe, no podíamos elegir: sólo podíamos vivir según nuestros deseos rebeldes a Dios, que traemos desde que nacemos y que después seguimos desarrollando mientras crecemos. Pero ahora podemos elegir: seguir viviendo como si eso fuera lo natural, o empezar por lo menos a considerar que eso no es natural, porque Dios dice que no lo es, y entonces ponernos en movimiento para tratar de cambiar, para tratar de someternos a un estilo de vida más justo, más limpio, que se ajuste cada vez más a lo que Dios estableció.

Si elegimos el camino de la resignación, el camino de pensar "bueno, de todas maneras Dios me perdona, y no hay nada que hacerle, somos pecadores y eso es así", el problema es que nos vamos a perder de toda la plenitud que Dios quiere darnos. Cuando llevamos una vida más limpia, no sólo estamos siendo más justos, sino que también nuestra vida se va limpiando del dolor y de la angustia. Quedarnos como esclavos del pecado lleva a vivir como si estuviéramos muertos: sintiendo que cada vez se pone peor, que el dolor va en aumento, que vamos de desgracia en desgracia. Pero si elegimos convertirnos en esclavos de la justicia, si elegimos el camino de entrenar nuestra obediencia y deshacernos de las cosas que están mal en nuestra vida, vamos a ir yendo "de la muerte a la vida", del dolor y la angustia a una vida cada vez más plena.

En otras palabras, a medida que vamos aprendiendo y esforzándonos en hacer y pensar las cosas a la manera de Dios, nuestra vida se empieza a volver cada vez más sana y más plena, y la verguënza, el dolor y la angustia empiezan a quedar atrás. Es un proceso largo, por supuesto, pero infalible. Tenemos garantizada la victoria, porque el pecado ya perdió su poder para dominarnos. Es sólo una cuestión de tiempo.

Eso sí: si realmente queremos ver resultados, tenemos que entregarnos de lleno a ese proceso, de todo corazón. Cuanto más nos entreguemos a la justicia y a la obediencia de la fe, más plena se va a volver nuestra vida, porque esa actitud de obediencia tiene ramificaciones profundas en nuestras emociones, en nuestros deseos, en nuestras decisiones y en nuestras relaciones con otras personas. Si queremos experimentar ese paso de la muerte a la vida, necesitamos volvernos verdaderamente esclavos de la justicia.

No duden en dejarme sus preguntas y comentarios abajo.

"Que Dios nuestro padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz" (Romanos 1:7)

Hasta que volvamos a encontrarnos.

4 comentarios:

  1. Un tema tan bueno, tan apasionante en su concepción, en su nacimiento espiritual,es el que da testimonio de lo que somos en nuestras vidas cristianas, transformadas de las tinieblas a la luz resplandeciente en Cristo Jesús.Un rescate por el cual no hicimos ningún mérito para merecerlo, solo la gracia de Dios obra en los corazones arrepentidos, que encontramos en Cristo la transformación de las tinieblas a la Luz

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    1. Absolutamente. Este es uno de mis capítulos preferidos de Romanos, sinceramente, por la claridad con la que expone estas cosas. ¡Bendiciones!

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    2. Leído 2-11-21 Víctor Manuel Quiñonez Escalona. Venezuela

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  2. Leyendo este blogs desde el 2015 de Ignacio Scalercio. Jehová te bendiga

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