jueves, 26 de febrero de 2015

Eclesiastés 6 - Disfrutar la trascendencia (parte 4)

"Dios da sabiduría, conocimientos y alegría a quien es de su agrado. En cambio, al pecador le impone la tarea de acumular más y más, para luego dárselo todo a quien es de su agrado. Y también esto es absurdo; ¡es correr tras el viento!".
Eclesiastés 2:26

Hola a todos. Mientras escribía el título de esta publicación me di cuenta de que estas últimas reflexiones se convirtieron en una serie dentro de otra serie. Totalmente inesperado. Aprovecho para recordarles que no se trata de un estudio del libro de Eclesiastés, sino de una serie de reflexiones sobre mi propia experiencia de vida durante la segunda mitad del año pasado, a la que le encontré un llamativo correlato con las cosas de las que habla Eclesiastés.

La vez pasada hablé sobre el disfrute desde el punto de vista de que las cosas que hacemos den fruto. El otro sentido del disfrute, había dicho, era encontrar placer en lo que hacemos. El disfrute perfecto ocurriría si las dos cosas se combinaran. Aparentemente, así era antes de la caída. En nuestros días no podemos esperar que esto se cumpla siempre, aunque existen muchas cosas que pueden dar fruto y al mismo tiempo ser placenteras. En realidad, es difícil saber cuándo algo va a terminar dando fruto. Por eso, es más importante, decía, prestar atención al proceso que al resultado. Y cuando prestamos atención al proceso, podemos tomar la decisión de movernos siempre dentro de los límites de Dios, o no hacerlo. Esta parte es la que ahora deberíamos integrar a esta reflexión.

Creo que vale la pena descomponer un poco este pasaje para entender mejor la idea. Veamos qué elementos aparecen.

"Sabiduría". Hasta donde yo entiendo, viéndolo en perspectiva según la manera en que se usa esta palabra en la biblia en general, la sabiduría es la capacidad de tomar decisiones correctas, es decir, las decisiones que más provecho brinden dentro de lo posible, desde cualquier punto de vista.

"Conocimiento". Imagino que se refiere a entender las cosas, en general. Digamos, encontrarle sentido a las cosas, tanto lo que sucede como lo que existe.

"Alegría". Pienso que se refiere a la dicha. Un placer que no es del momento, sino duradero. Incluso creo que lo que termina siendo provechoso, aunque no haya sido placentero hasta el final, tiende a convertirse en buenos recuerdos, o sea que termina aportando también alegría.

Hasta acá, podemos releer con un poco más de profundidad la primera parte, "Dios da sabiduría, conocimientos y alegría". O sea que nos provee de una mejor capacidad para tomar buenas decisiones, que nos lleven a sacar provecho de las cosas, nos ayuda a entender y encontrarle sentido a lo que vemos y lo que vivimos, y nos ayuda a encontrar placer en lo bueno e incluso en lo que, sin ser del todo agradable, terminó siendo provechoso. Dios hace que las cosas terminen siendo provechosas aunque no parecieran tener la posibilidad de serlo. Y no lo digo porque lo diga Salomón.

Ahora, ¿a quién le da estas cosas? ¿Cómo hago para obtener esto? ¿Cuáles son las "reglas" de este juego?

"El que es de su agrado". Yo creo que cuando dice esto no se refiere a las "buenas personas", que serían la gran mayoría de la gente. Yo pienso que acá Salomón habla de los que se mueven dentro de los límites de Dios, o al menos tienen la intención de hacerlo, creen que eso sería lo apropiado. Creo que esa es la actitud que a Dios le agrada en nosotros respecto de sus indicaciones, que reconozcamos que son lo apropiado, más allá de cuánto nos cueste después hacerlo, o incluso querer hacerlo.

"El pecador". Lo mismo pasa acá. Estamos acostumbrados, diría que malacostumbrados, a pensar que "pecador" y"mala persona" son lo mismo. Para mí, eso es un gravísimo error de interpretación. El pecador es simplemente el que traspasa los límites de Dios. Alguien me dijo hace poco que tal vez podríamos considerar el pecado como no ser todo lo que puedo llegar a ser, es decir, no ser la versión completa de mí mismo. Cualquiera podría darse cuenta de que esto se aplica a la totalidad de las personas. Pero pienso que Salomón se refiere acá a los que persisten en esto, es decir, a los que no les importa si esto es así o no, y por lo tanto no toman en cuenta los límites e indicaciones de Dios.

Ahora, es interesante que al que es de su agrado, al que juega dentro de los límites e indicaciones, Dios, según el pasaje, "da". Al que no, dice el pasaje, "le impone". Creo que no se refiere a un presente concreto, o sea, "cuando traspasa un límite, como castigo, Dios le impone", o "cuando respeta las indicaciones, como premio, Dios le da". Creo que no es esa la actitud de Dios en general. Es otra costumbre que tenemos, y que creo que es una mala costumbre: pensar la actitud de Dios en términos de premio y castigo.

Creo que esto de dar e imponer es algo que está establecido de antemano, desde la creación del mundo. Es un presente general, casi diría atemporal, eterno, trascendente, una especie de ley espiritual universal: "dentro de los límites, van a encontrar todo esto. Fuera de los límites no pongo nada de esto, así que no lo van a encontrar. Por lo tanto, los que salgan de los límites se van a ver obligados a acumular más y más de lo poco que encuentren".

O sea que si me muevo dentro de los límites, Dios dispuso que ahí encuentre sabiduría, conocimientos y alegría, en el sentido que decía más arriba. Si me salgo, si traspaso los límites, nunca voy a encontrar suficiente de estas cosas, entonces voy a querer acaparar. Lo poco que tengo no me va a ser suficiente. En realidad, puede que no sea realmente poco, sino que yo lo percibo como poco por comparación a lo que tiene otro, o porque en realidad yo quiero más. En definitiva, parte de salirse de los límites tiene que ver precisamente con cuáles son mis motivaciones y deseos, o cuáles motivaciones y deseos persigo. Por lo tanto, es frecuente que fuera de los límites me vuelva ambicioso, o ansioso, y así.

Probablemente este sea el contexto de Mateo 25:29, donde "a todo el que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia. Al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene". Leyendo el pasaje entero, el que tiene es precisamente el que siguió las indicaciones, y entonces encontró lo que estaba dentro de los límites. El que no tiene es el que traspasó los límites, hizo la suya, digamos, y entonces, en el balance final, se da cuenta de que no encontró lo suficiente para estar satisfecho. Y aun eso poco que al final encontró, le es quitado, porque dice el pasaje de Eclesiastés que el pecador, por estas condiciones que Dios estableció desde el principio, acumula más y más "para luego dárselo todo a quien es de su agrado".

Seguramente ni siquiera le es quitado todo eso en el sentido real, pero el que se salió de los límites no se beneficia tanto como esperaba de lo "poco" que consiguió, no lo disfruta en alguno (o en ninguno) de los dos sentidos, entonces lo percibe como si le hubiese sido quitado. En cambio, la ley de la gracia de Dios implica justamente que los que se mueven dentro de los límites disfrutan muchas veces de cosas que no merecen, por las que no trabajaron y que ni siquiera esperaban, digamos que a veces "nos llueven cosas" cuando estamos dentro del territorio delimitado por Dios.

Es lo que le dice el Señor al pueblo de Israel cuando están por entrar a la tierra prometida: "no es por tu justicia ni por tu rectitud por lo que vas a tomar posesión de su tierra. ¡No! La propia maldad de esas naciones hará que el Señor tu Dios las arroje lejos de ti. Así cumplirá lo que juró a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. Entiende bien que eres un pueblo terco, y que tu justicia y tu rectitud no tienen nada que ver con que el Señor tu Dios te dé en posesión esta buena tierra" (Deuteronomio 9:5-6). La tierra de la abundancia estaba ahí, pero los demás pueblos, que habían trabajado arduamente para lograr esa abundancia, traspasaban los límites y no tenían freno. Dios decidió que fuera su propio pueblo el que disfrutara esos beneficios, los que habían hecho un pacto con él.

Esa es nuestra parte: comprometernos. Si nos comprometemos con los límites de Dios, los tomamos como válidos, los aceptamos como apropiados, tenemos libertad para movernos, experimentar, equivocarnos, acertar, crecer, expresarnos. La tierra prometida está dentro de los límites que Dios nos marca, y ahí hay vida en abundancia. Dentro de los límites voy a poder aprovechar no sólo lo que yo siembro, sino cosas que ni siquiera sembré. Voy a terminar disfrutando, en ambos sentidos, incluso lo que lo mismo no hice y con lo que no tuve nada que ver. De eso se trata trascender, y de eso se trata disfrutar la trascendencia.

No quiere decir que todo va a marchar bien porque estoy respetando los límites. Sigo teniendo tendencia a traspasar. Nunca voy a estar 100% dentro. Pero de eso se trata la gracia. Es otra ley espiritual de Dios: el compromiso con sus indicaciones, con sus límites, con sus maneras, es lo que para él refleja, demuestra, el arrepentimiento. O sea, es la prueba de que queremos jugar con sus reglas. Lo que pasé después en la práctica no importa, nuestra actitud es la que él quisiera que tengamos. O sea que eso nos convierte en "el que es de su agrado". Es todo lo que él espera para derramar sobre nosotros esa gracia exhuberante. Porque "allí donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Romanos 5:20). Respetar los límites y las indicaciones de Dios, hacerle caso a su plano de construcción, realmente vale la pena.

Hasta que volvamos a encontrarnos.

viernes, 20 de febrero de 2015

Eclesiastés 6 - Disfrutar la trascendencia (parte 3)

"Nada hay mejor para el hombre que comer y beber, y llegar a disfrutar de sus afanes. He visto que también esto proviene de Dios, porque ¿quién puede comer y alegrarse si no es por Dios?"
Eclesiastés 2:24-25

Hola a todos. Este tema terminó siendo mucho más largo de lo que yo mismo pensaba antes de compartir mis notas en el blog. Venía hablando de la trascendencia en dos sentidos distintos, y del disfrute en dos sentidos distintos. La trascendencia como lo que voy a dejar en este mundo el día que yo me vaya, y como esos aspectos de la vida que están por encima y por detrás de lo cotidiano; el disfrute como el costado placentero de lo que hago, y como el costado fructífero. La vez pasada había compartido que en mi opinión, y a la luz del pasaje, todo lo que hacemos y nos produce placer proviene de Dios. Él mismo nos creó para disfrutar de las cosas. Parte del propósito mismo de la creación era que encontremos placer en ella.

Nos queda hablar del segundo sentido del disfrute. La vez pasada había dicho que es interesante en nuestro idioma que disfrutar se puede pensar como "dis-frutar", extraer un fruto. Esto tiene que ver con sacar provecho de esos "afanes" de los que habla el pasaje. La palabra afán es un poco arriesgada a veces, pienso, porque está impregnada de una connotación negativa. Pero en este pasaje, la palabra refiere a todas aquellas cosas que nos requieren esfuerzo o que ocupan nuestro tiempo. Y pensando en lo que decía en la reflexión pasada, esto podría equivaler a las actividades que nos producen placer.

Entonces, la idea de Dios es que encontremos placer en las cosas que hacemos, pero también que obtengamos de ella algo que aporte bienestar, a mí, a otros o al mundo. En la profecía de Jeremías esto aparece con bastante claridad: "busquen el bienestar de la ciudad adonde los he deportado, y pidan al Señor por ella, porque el bienestar de ustedes depende del bienestar de la ciudad" (Jeremías 29:7).

Ahora, no todo esfuerzo ni toda situación es placentera. Sin embargo, todo lo que no puede disfrutarse nos parece que no tiene sentido. Eso hace que cualquiera de esas cosas sea mucho más difícil de sobrellevar. ¿Es posible revertir eso?

Para mí, acá volvemos al punto de poner el foco en los procesos y no en los resultados. Aún en medio de la situación más desagradable podemos encontrar fruto. Aún el esfuerzo menos placentero puede aportar bienestar, y a veces un bienestar muy grande. Es en este sentido que podemos disfrutar lo que no es tan agradable. Está claro que no nos produce placer, pero muchas veces nos nutre. Si los árboles pudieran racionalizar sus experiencias y sensaciones, probablemente el otoño, o una poda, les sería desagradable. Sin embargo, sin el otoño no podrían crecer, reverdecer, volverse más fuertes, más sólidos, más altos y tener raíces más profundas. Y la poda es indispensable para el crecimiento, lo optimiza, saca lo mejor de ese árbol. Esto se conecta incluso con la cuestión de los límites. Al marcarnos los límites, Dios proyecta su poda. Si tomamos la decisión de aceptar los límites de Dios, a veces vamos a sentir que se nos poda, que se nos remueve parte de nosotros, de lo que "queremos" hacer. Sin embargo, no es otra cosa que una optimización de nuestro crecimiento, para que podamos sacar lo mejor de nosotros.

Y por lo tanto, dar fruto. El éxito, entonces, deja de ser un punto de llegada y se convierte en un crecimiento bien nutrido. Un árbol es exitoso en su crecimiento si llega a estar bien nutrido, para dar fruto y que ese fruto produzca a su vez árboles fuertes. Lo mismo ocurre con las personas. No tiene tanto que ver con la forma que tenga el producto terminado, sino con la calidad de ese producto, que está en relación directa con un buen proceso de elaboración, buena materia prima, y así. Si la forma del resultado no es la que esperaba, pero la calidad es óptima, ese producto cumple adecuadamente su finalidad y, por lo tanto, la creación fue exitosa.

Dicho de otra forma, una creación termina siendo exitosa si atraviesa un proceso bien completo de elaboración, en todas sus etapas, más allá de cómo se vea la creación terminada, como parezca, si es o no como se la había planeado, etc. Y exitosa significa que esa creación va a dar fruto, va a aportar bienestar a aquellos que participen de ella. O en nuestro caso, a los que entren en contacto con nosotros mismos, lo cual podría incluirnos incluso a nosotros.

Es más: ¿no podríamos pensar que, a pesar de los efectos terribles y extremadamente desagradables, la expulsión del ser humano del Edén es simplemente una etapa más del proceso de creación del mundo? Es sólo una sugerencia mía, una suposición. Creo que es una posibilidad a tener en cuenta. Tal vez era la única manera de comprender un montón de cosas como la importancia de nuestra relación con el creador, su amor incondicional por su creación, y mucho más.

En resumen, disfrutar siempre viene de Dios, pero disfruto en el sentido que él propone cuando respeto los límites que él me marca. Si lo que disfruto queda por fuera de los límites de Dios, creo que estoy en un disfrute que no proviene de él, y no es verdadero disfrute. Tal vez sea placer momentáneo que va a producirme efectos negativos después, o tal vez algo que no es placentero ni aporta bienestar real a nadie. En definitiva, si no respeto los límites de Dios, soy yo mismo el que se perjudica, y probablemente también aquellos que me rodean, o el mundo entero. Es lo que pasó en la caída, y por lo tanto, en la historia de toda la humanidad. En ese caso, nos terminamos perjudicando todos, en todos los lugares y en todos los tiempos.

Precisamente, porque lo que se rompió con la desobediencia de los primeros humanos es el Edén, el estado de disfrute pleno, y yo agregaría que se rompieron los dos aspectos del disfrute: el placer y el fruto. La humanidad, alejada de Dios, no puede encontrar placer que no sea temporal, ni puede dar un fruto que sea trascendente. La trascendencia de la acción humana está necesariamente ligada, en mi opinión, a su relación con Dios. Para revertir el efecto de ese quiebre en el disfrute, la única forma es volver a entrar en el terreno delimitado por Dios, volver a los límites. Sólo Dios puede causar que hagamos eso con naturalidad, sin forzarnos a nosotros mismos ni hacerlo por obligación. Elegir los límites es algo que sólo puede lograrse por medio del Espíritu de Dios, y lo recibimos sólo a través de una relación viva y dinámica con el Dios vivo y real.

Pablo lo dice de manera muy clara: "el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad" (2 Corintios 3:17). Si respetamos los límites por obligación, nos vamos a sentir oprimidos. Pero si tenemos una relación viva con Dios, el Espíritu va a llevarnos a lo que yo llamo una "obediencia libre". Algo dentro nuestro cambia y empezamos a disfrutar de la vida dentro de esos límites que nos van a llevar otra vez al disfrute pleno, y a la trascendencia plena. Si algo es placentero y puedo jugarlo dentro de los límites, viene de Dios; si me nutre y no me daña por otro lado, a mí o a otros, sea o no sea agradable en sí, viene de Dios. Por eso, la muerte no viene de Dios, y no es "natural" desde el punto de vista de la creación. Tal vez ese sea un tema para hablar en otro momento.

Sólo nos queda terminar de integrar todos estos temas entre sí: la trascendencia, los límites, los procesos y el disfrute. Eso voy a tratar de hacer en la próxima publicación. Espero que todo esto aporte al bienestar de ustedes. Esa es la intención de estas reflexiones, y en definitiva, del blog entero.

Hasta que volvamos a encontrarnos.