viernes, 24 de diciembre de 2010

Obras completas - El regalo de Dios

¡Hola a todos! Como habrán visto, hace mucho que no publico nada. Desde que terminé la publicación sobre Romanos (y me quedó pendiente el gran resumen, que tal vez algún día lo publique). Quería aprovechar esta oportunidad, esta fecha tan especial, para publicar una reflexión sobre la profundidad del regalo que Dios nos hizo en Jesús.

Textos: Salmo 40:6-8; Hebreos 10:8-10; Filipenses 2:6-11

El evangelio de Juan nos dice que "tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna" (Juan 3:16). Este pasaje, muy citado y muy conocido, dice en realidad muchísimo más de lo que a simple vista parecería. Verdaderamente, Dios nos ama muchísimo, porque el regalo que nos hizo en Jesús es el más grande que alguien podría habernos hecho jamás. Es en esto en lo que quiero profundizar.

El nacimiento de Jesús, por obvio que parezca, da origen a su vida en este mundo. Ahora bien, pienso que la vida de Jesús es un aspecto de su obra que muchas veces descuidamos, porque estamos mucho más pendientes de su muerte y resurrección, muy importantes también, pero que no hubieran sido eficaces si la vida de Jesús no hubiera tenido las características que tuvo.

Lo cual nos lleva a preguntarnos, ¿cómo fue la vida de Jesús? Podríamos hablar horas sobre eso, y necesitaría centenares de publicaciones en el blog para analizarla. Pero hay un rasgo que es fundamental: Jesús llevó una vida de obediencia perfecta. Eso es lo que dice el Salmo 40, después de todo. Para eso vino Jesús, para hacer la voluntad del Padre. El pasaje de Filipenses dice que "se hizo obediente hasta la muerte", y que tomó la naturaleza de siervo. Básicamente, renunció a su propia condición de Dios.

¿Qué implica esto? ¿Qué cosas son propias de la condición de Dios? Bueno, hay por lo menos cuatro: ser servido como Dios, ser enaltecido como Dios, ser honrado como Dios, y ser amado como Dios. Jesús, al venir a este mundo, renunció a estas cosas. Él mismo dijo que había venido para servir, en vez de para ser servido (Marcos 10:45). Lavó los pies de sus discípulos como si fuera el esclavo de ellos. En vez de enaltecido fue humillado permanentemente, desde su nacimiento y en el resto de su vida, hasta el momento en que fue apresado y crucificado (Lucas 2:7; Marcos 14:65). En lugar de ser honrado como a Dios, fue rechazado por los hombres, aunque él mismo se hizo igual a ellos (Juan 1:10,11). Fue rechazado aún por su propio pueblo, los judíos, a quienes había venido a liberar (Mateo 27:21-23). Y en cuanto a ser amado, no solamente renunció a ser amado, sino que se resignó a ser odiado y despreciado (Juan 15:20-25).

En fin, renunció a su condición de Dios, y se hizo siervo de los hombres, obedeciendo a Dios en todo, siempre. Tanto que aceptó el destino que Dios había reservado para él: morir en el lugar de nosotros, que por desobedecer a Dios merecíamos la muerte. En definitiva, Dios no puede tolerar el pecado, porque el es justo y santo. El pecado, es decir, la injusticia del hombre, es completamente contrario a su naturaleza. Pero para poder recibir al hombre, Dios envió a Jesús a pagar el precio de la desobediencia... ¡pero resulta que Jesús era completamente obediente! Precisamente por obediencia hacia el Padre, dejó que lo llevaran a la muerte.

Y todo esto no es menor. Dice el pasaje de Hebreos que solamente por eso su muerte sirvió para perdonar los pecados de toda la humanidad. De toda la humanidad, ayer, hoy y mañana. Si no hubiera sido por su vida de obediencia, su muerte no habría podido justificar a los hombres ante Dios. Pero al obedecer en todo, su justicia pudo ser transferida a nosotros al cargar él con nuestra condena. Y dice el pasaje de Filipenses que por esto mismo es válida su resurrección. Porque fue "por eso" que "Dios lo exaltó hasta lo sumo" (Filipenses 2:9).

En fin, quiero desearles a todos una hermosa navidad, y que puedan reflexionar sobre lo que implica que Jesús haya nacido: vino a este mundo para obedecer hasta el fin. Su nacimiento abre la puerta de su vida, la vida que nos trae la justificación a nosotros, que sin él hubiéramos estado condenados a morir.

Que Dios llene sus corazones de paz y de amor en esta navidad, y que puedan comprender en la mayor profundidad posible el enorme regalo que nos hizo en Jesús, cuyo nacimiento celebramos. ¡AMÉN!