viernes, 9 de febrero de 2024

Gracia y verdad

"El que era la luz ya estaba en el mundo y el mundo fue creado por medio de él, pero el mundo no lo reconoció. Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hechos hijos de Dios. Estos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios. Y el verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y contemplamos su gloria, la gloria que corresponde al Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad". Juan dio testimonio de él y a voz en cuello proclamó: «Este es aquel de quien yo decía: “El que viene después de mí es superior a mí, porque existía antes que yo». De su plenitud todos recibimos gracia sobre gracia, pues la Ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo único, que es Dios y que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer."

Juan 1:13-18


Hola a todos. Hace alrededor de un mes escuché una prédica que me inspiró a compartir algunas reflexiones sobre un tema que me parece hermoso, que tiene mucho que ver con nuestra relación con Dios y también nuestras relaciones entre nosotros. La verdad es que es un tema que da mucho para hablar, por lo que voy a ir publicando seguramente en diferentes momentos otras reflexiones con el mismo tema, y a medida que lo haga las voy a ir agrupando para que sea más fácil encontrarlas.

El tema tiene que ver con esta frase que Juan usa al principio de su testimonio, cuando dice que Jesús está "lleno de gracia y de verdad". Es una frase tan simple, pero que, analizándola en profundidad, demuestra la intimidad con la que el apóstol llegó a conocer a Cristo durante su paso por la tierra.

Tanto la palabra gracia como la palabra verdad son muy usadas hoy en día en el mundo cristiano. Me atrevo a decir que en general las usamos tan livianamente que no siempre tomamos conciencia de todo el significado que tienen. Hablamos de la gracia para remarcar que Dios perdonó nuestros pecados, y de la verdad para resaltar que lo que nos enseña la Biblia es cierto y es confiable, o a veces para indicar que lo que enseña nuestra cultura es falso o errado. Todas cosas que tienen valor, por supuesto. Pero vamos a ver que la gracia y la verdad son mucho más que eso.

Jesús mismo dijo sobre sí mismo: "yo soy el camino, la verdad y la vida" (Juan 14:6). El camino, porque no hay otra forma de conocer al Padre si no es por medio de Cristo. Enseguida vamos a ver que la vida y la gracia tienen mucho que ver. Y si Jesús está lleno de verdad es porque él es la verdad.

La palabra que traducimos como gracia en este pasaje es charis, tiene varios significados, todos relacionados entre sí. Por un lado es regalo, por otro lado es favor, y también es beneficio y es aceptación y placer. Si combinamos todo esto en un sólo significado, podríamos decir que Jesús está lleno de aceptación hacia nosotros, se complace en nosotros, quiere beneficiarnos y está a nuestro favor, y todo esto por mera generosidad, como un regalo. Es decir, no hacemos nada para ganarnos su aceptación, su favor y su ayuda, si no que él simplemente nos lo da. Y por medio de él, es el Padre quien nos lo da. Jesús nos da a conocer, en sí mismo, la gracia del Padre, es decir, el favor, la aceptación y las bendiciones de Dios mismo que nosotros no nos ganamos de ninguna manera.

En otras palabras, la gracia es el favor, la aceptación y la ayuda de Dios que recibimos aunque no merecemos. De hecho, sabemos que no solamente no ganamos nada de todo eso, sino que lo perdimos desde el día que decidimos desconocer su autoridad. Sin embargo, él nos lo ofrece gratuitamente por medio de Cristo. Acá quiero detenerme y marcar un primer punto importante: Juan dice que los hijos de Dios, o sea, los que creen en su nombre, no nacen por voluntad humana, sino que es un regalo de Dios. O sea, creer en Cristo es un regalo del Padre. La gracia viene antes que la fe. Eso quiere decir que si sos creyente, ya estás bajo la gracia de Dios, incluso desde antes de creer. Nada puede quitarte algo que a lo que no accediste por tus propios méritos.

Digo eso porque a veces tenemos miedo de que, por nuestras dudas, incertidumbres, cuestionamientos, temores, etc., Dios se enoje y nos quite de la gracia. No existe tal cosa en la Biblia. No podemos perder la salvación, ni el favor de Dios. Esto es importantísimo para nuestra vida, porque una de las raíces principales de la mayor parte de nuestras luchas emocionales y de carácter es un sistema de culpa que viene instalado en nuestra cabeza, ya sea desde nuestra crianza, desde nuestra escolarización, desde nuestro nacimiento o el momento en que a cada uno le haya tocado. El sentimiento de culpa en sí no es malo, es necesario. Pero hay tipos y niveles de culpa que nos impiden crecer y desarrollar la plenitud que Dios quiere darnos en la vida. Es uno de los temas en los que quiero ahondar más adelante.

Por el momento quiero decir esto: vivir llenos de culpa y de vergüenza por ciertas partes de nuestra vida o de nuestra persona en las que no somos aceptados por otros nos lleva a escondernos. Escondemos de la vista las cosas que sabemos que otros van a condenar. A veces son cosas que Dios también condena, otras veces no. Vivimos expuestos a un sistema de relaciones que nos miden de acuerdo a una "ley", que generalmente es una mezcla de la ley de Dios con códigos sociales que no tienen nada que ver con la ley de Dios. Esto nos pasa incluso en la iglesia, y ese es el motivo por el que muchas veces desarrollamos una máscara de "pureza" para mostrar con las personas de nuestra comunidad, porque no podemos mostrarnos con nuestras rupturas, nuestras luchas, nuestros defectos y nuestros problemas de carácter.

Obviamente, hay actitudes y defectos que lastiman a otros, y la ley de Dios nos ayuda a detectar estas cosas para poder aprender otras formas de lidiar con el mundo que nos rodea. Pero si volvemos al pasaje, vemos que Juan establece una diferencia entre la verdad y la ley: "la Ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo". Generalmente hablamos de la verdad para referirnos a la ley, y obviamente están relacionadas. Pero no son lo mismo. Jesús dijo "yo soy la verdad", pero sabemos que él no es solamente la ley. Juan dice que "el Verbo se hizo hombre". La palabra logos, que esta versión traduce como "verbo" y otras traducen como "palabra", es, efectivamente, la palabra, pero es más que eso: es la expresión, la imagen visible. En otras palabras, la imagen visible de Dios tiene forma de hombre en Cristo, y su voz tiene sonido físico en Cristo. Es por eso que Jesús está "lleno de verdad". Por lo tanto, todo lo que Jesús habla es palabra que viene de Dios mismo. La palabra de Dios es mucho más que la ley: es también todo lo que él dice sobre las cosas, sobre la creación, sobre la vida, sobre las personas. Es sus promesas. Todo lo que él dice es verdadero, es real. Todo lo que él dice se cumple. Dios, y por lo tanto, Cristo, no esconde nada. Él siempre se muestra tal cual es.

Más adelante, el evangelio de Juan nos dice que "los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad" (Juan 4:23). El llamado que nos hace el evangelio es a adorar sin apartarnos de la verdad, sin esconder la realidad. La adoración verdadera es una adoración sincera, que no intenta parecer algo que no es. Busca crecer y desarrollar un carácter cada vez más sano, sí. Pero no esconde la inmadurez de la etapa en al que está. Esto tiene mucho que ver con la cuestión de la gracia. Vamos a ver en futuras publicaciones sobre este tema que gracia y verdad van de la mano, y es esa combinación, esa unión inseparable, la que nos permite venir delante del Padre sin vergüenza ni temor a pesar de nuestros errores y defectos, y ser recibidos, aceptados y escuchados. Es esa combinación la que nos permite vivir en libertad y dignidad, y es en esa combinación en la que se basan todas las enseñanzas del Señor en cuanto a cómo vernos a nosotros mismos y cómo relacionarnos con los demás. Nuestro gran desafío es vivir en la gracia, conscientes de que somos aceptados por el Padre independientemente de nuestras manchas, y vivir en la verdad, siendo auténticos y sinceros aún en relación con nuestras dudas, temores, errores y defectos, trabajando en desarrollar un carácter cada día más maduro, más completo. Cuando aprendemos a integrar ambas cosas, gracia y verdad, accedemos a un nuevo nivel de conocimiento e intimidad con Dios que a su vez nos trae una paz y una plenitud mayores que las que hasta ese momento conocíamos. Sin duda esto es lo que experimentó Juan, y de lo cual dio testimonio.

Que Dios Padre nos llene de la plenitud del Espíritu de Cristo para que nos abra cada día más a la gracia y la verdad.

Hasta que volvamos a encontrarnos.