sábado, 3 de abril de 2021

Romanos 7 - libres de la ley

Texto: Romanos 7

Hola a todos. En la reflexión anterior vimos que Pablo tocaba un tema que muchas veces nos preocupa: fuimos salvados por Dios y supuestamente liberados del pecado, pero seguimos pecando. El apóstol muestra que en realidad, son dos cosas compatibles, porque el rescate, la liberación del pecado, es espiritual: ahora tenemos un nuevo poder de obediencia, y si tratamos de ejercerlo, si tratamos de llamarle a lo malo, malo, y a lo bueno, bueno, si elegimos someternos a la fe, es posible cambiar, madurar y alcanzar una vida cada vez más plena y agradable. Pero hay un tema que sigue estando ahí: ¿qué hacemos con esa lucha que experimentamos? ¿Es que todavía no somos buenos cristianos, y necesitamos que se nos vuelva a predicar el evangelio? ¿Somos cristianos incompletos? ¿Será que en realidad todavía no fuimos salvados?

Lo primero que tenemos que recordar es que vivimos en una brecha entre lo que éramos antes de conocer a Dios, a su ley, a su palabra, y lo que vamos a ser el día que nos encontremos con él y seamos purificados del todo. En esa brecha, es inevitable que experimentemos tensión entre nuestro "yo" del pasado y nuestro "yo" del futuro.

Quiero hacer un pequeño paréntesis. Pablo empieza este capítulo diciendo que les habla a los cristianos de Roma "como a quienes conocen la ley". Es decir que sabía o al menos intuía que conocían las Escrituras, y por eso les hablaba usando conceptos y palabras tomadas de la Escritura. Esto me parece un detalle importante porque muchas veces le hablamos de estas cosas o con este tipo de ideas y palabras a personas que no son creyentes o que no conocen la Biblia (o que no sabemos si la conocen), y me parece que ese es un error que puede entorpecer el evangelio más que ayudarlo. No es nuestro lugar corregir a alguien que no conoce la ley de Dios. En todo caso, podemos explicarla si la persona tiene curiosidad o interés, pero la corrección está pensada para quienes conocen la ley.

Pero volviendo al tema de la brecha entre conocer la ley de Dios y el día en que seamos purificados del todo, vemos que cuando no conocíamos la ley no conocíamos lo que era el pecado. Lo ignorábamos, y entonces no nos era un problema tan grande. En realidad, no sólo sucede esto con la ley de Dios, sino también con la moral humana. Hasta que nadie nos dice que está mal hacer determinada cosa, quizá no lo tenemos como opción, o noes tan atractivo. Pero en cuanto nos enteramos de la !ey, nos tienta, porque tenemos una "naturaleza pecaminosa", es decir, desobediente a Dios. Tendemos a querer sentirnos independientes y poderosos, y eso nos despierta el deseo de desobedecer, o sea, de pecar. Por eso dice Pablo que el pecado nos tienta "aprovechando la oportunidad que le proporcionó el mandamiento", ahora que gracias a que conocemos la ley ya sabemos qué es el pecado.

Antes de conocer la ley tenía vida por fuera del mandamiento, pero el mandamiento me mató, me puso en la conciencia una carga que antes no tenía y me empujó también a una lucha que antes no tenía. Pero eso no es porque la leyes a!go malo, sino al revés: es porque la ley es justa que el pecado me pudo hundir mediante la ley. Porque ahora la ley me condena. Pero Pablo nos está diciendo al mismo tiempo que ahora, para la ley, estamos muertos, porque nos unimos a Cristo en su condenación. Como él fue condenado a muerte y nosotros estamos unidos a él, fuimos condenados junto con él y, espiritualmente, ya fuimos ejecutados junto con él también. Quedamos liberados de la condena de la ley porque morimos junto con Cristo.

Por eso ahora tenemos un nuevo poder para cambiar y sanar. Ya no hay vuelta atrás, porque ahora ya reconozco como justa la ley de Dios, así que de ahora en más "estoy de acuerdo en que la ley es buena". Pero ahora podemos deshacernos de la presión de obedecer la ley, porque no estamos bajo el peso de su condena. Así que lo que está abierto a cambiar es nuestra motivación para hacer lo bueno. Si vivimos bajo la ley, obedecemos por miedo al castigo. Pero si estamos muertos para la ley, podemos vivir bajo la gracia, obedeciendo con el nuevo poder que nos da el Espíritu de Dios, que es el de cambiar por amor a Dios, y no por miedo a él: "el que tener espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor" (1 Juan 4:18), pero si logramos dejar atrás el miedo al castigo, podemos obedecer con la libertad que nos da el amor que nosotros estamos eligiendo darle a Dios.

De hecho amar a Dios significa vivir nuestra vida de la manera en que él la pensó, o sea vivir en conformidad con su ley. Pero esa conformidad ya la tenemos en nuestro corazón, aunque nuestra conducta todavía no lo refleje. Y muchas veces no lo refleja justamente porque vivimos esperando el castigo. Para salir de ese círculo vicioso en el que tenemos miedo de pecar y entonces el pecado nos tienta, necesitamos aplicar sobre nosotros la gracia de Dios, o sea, su aceptación incondicional.

Dios nos acepta porque le pertenecemos a Cristo, gracias a su resurrección. En eso también estamos unidos a Jesucristo: cuando él resucitó, para Dios nosotros también volvimos a la vida, a estar vivos espiritualmente, y no muertos como antes. Así que ahora somos aceptados por Dios de la misma manera en la que él acepta y recibe a su Hijo. Ya no necesitamos hacer nada para que nos acepte y nos reciba. Lo que hagamos a partir de ahora es libre y de nuestra propia voluntad. Podemos relajarnos, y obedecer desde esa calma, sin presiones.

Si estoy de acuerdo en que la ley es buena, si "en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios", significa que ya le pertenezco a Cristo. Esa es la buena noticia para el creyente. Si sigo pecando es porque el pecado sigue habitando en mí, y me empuja. Ojo, eso no quiere decir que yo no soy responsable por mi mala conducta, porque el que toma las decisiones soy yo. Pero sí significa que ya no soy rebelde, sino que ahora estoy entre los justos, porque fui justificado por medio de la obra de Jesús.

Así que tengo libertad para equivocarme, para tropezar, porque soy humano y soy débil. Al mismo tiempo, si genuinamente me deleito en la ley de Dios, voy a querer encontrar la manera de cambiar mi manera de vivir. ¿Y cómo se hace eso? Hundiéndome en la gracia. Donde el pecado me tiene mucho, relajarme con ese tema y permitirme tropezar, obviamente limitándome todo lo que pueda, poniéndome yo mismo todos los obstáculos que pueda ponerme, pero no tratando de imponer mi voluntad sobre el pecado, porque es inútil. Es el poder de Dios el que me puede transformar. Y ese poder me va a llegar por aplicar yo mismo su gracia, por buscar también esa gracia en otras personas, que puedan aceptarme a pesar de mis pecados (pero sin dejar de considerar que son pecados), y también buscando todas las herramientas y recursos que la biblia me da para cambiar en ese tema en particular. Si es un tema de tratar mal a otros, ver qué consejos nos da la Biblia para aprender el buen trato. Si es un tema de mentir mucho, ver qué consejos me da la Biblia para que me anime a decir la verdad. Y así con cualquier tema. Pero siempre con la calma de saber que ya soy aceptado por Dios tal cual estoy hoy, y con el apoyo de personas que también me acepten como estoy hoy y me acompañen y me ayuden en el proceso de cambiar. Tengamos en cuenta que "con la mente yo mismo me someto a la ley de Dios", y para él, eso cuenta como obediencia, y por lo tanto cuenta como justicia.

"Que Dios nuestro padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz." (Romanos 1:7)

Hasta que volvamos a encontrarnos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Querés compartir tus propias reflexiones sobre el tema?