miércoles, 29 de junio de 2011

Romanos: una vida de amor

Texto: Romanos 12:9-12, 13:11-14, 14:16-19, 15:7-12, 16:16-20

¡Hola a todos! Después de tanto tiempo vuelvo a actualizar el blog. Como lo prometido es deuda, publico ahora la recapitulación de las reflexiones sobre los últimos cinco capítulos de Romanos. Como habrán visto hice esto con los demás capítulos también a medida que aparecían temáticas importantes, digamos, centrales. También voy a hacerlo con respecto a algunos hilos que creo que unen toda la carta. Pero bueno, no quería dejar pasar esta reflexión, acerca de los últimos capítulos. Les dejo los links a las respectivas reflexiones para que puedan releerlas o darles un vistazo previo. Entre paréntesis agrego los versículos que me habían parecido centrales en cada caso.

Romanos 12 - el amor verdadero 12:9-12
Romanos 13 - el amor a Dios 13:11-14
Romanos 14 - la unidad de los cristianos 14:16-19
Romanos 16 - el amor aplicado 16:16-20

Bueno, la verdad que repasando tanto los capítulos como las reflexiones que publiqué sobre ellos, me pasó algo que me llamó la atención: los temas se van uniendo solos. Me di cuenta de que están entremezclados permanentemente, y eso creo que facilita mucho esta recapitulación. Pero no quiero dejar de mencionar que leyendo de nuevo los textos bíblicos, hay un pasaje que pareciera articular todas la reflexiones. Uno pensaría que es alguno sobre el amor, pero no. Dice 12:2, "no se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente". Al leer de nuevo esto me puse a pensar, ¿cómo sería esa renovación?

Repasando los demás capítulos llegué a esta conclusión: la renovación de la mente implica un cambio de perspectiva en todas las áreas de nuestra vida. Ver las cosas de otra manera distinta a como las veíamos antes. ¿Antes de qué? Bueno, por un lado antes de conocer al Señor, pero por otro lado creo que es algo permanente. Alguna vez escuché que esta expresión "sean transformados" es en realidad, en el texto original, una especie de "presente continuo". Algo como "estén siendo transformados". Esto no es un dato menor, porque implica precisamente la idea de que es un proceso permanente. Pero bueno, más allá de eso pienso que en estos cinco capítulos podemos rastrear el origen de este cambio de perspectiva.

Un origen evidente es el Espíritu de Dios, del que habíamos hablado en el capítulo 8, que precisamente renueva nuestra mentalidad. Ahora bien, creo que si hay algo con lo que podemos asociar al Espíritu Santo es con el amor. Es por este Espíritu que vivimos bajo la gracia de Dios y comprendemos su amor. Y si comprendemos su amor, nuestra mente debería pasar a un estado de conciencia diferente. Debería entender la necesidad y la belleza que hay en amar a los demás. En el capítulo 12 veíamos que el amor es el vínculo perfecto, y que cuanto más amamos a los demás más nos acercamos al modelo de Jesús. La perfección tiene todo que ver con el amor, y por eso muchos pasajes del nuevo testamento hablan de perfeccionarse en el amor. El amor hacia Dios, hacia nosotros mismos y hacia los demás. En definitiva, cuando Jesús tuvo que resumir toda la ley, dijo "ama al Señor tu Dios con todo tu ser y con toda tu mente" (Mateo 22:37) y "ama a tu prójimo como a ti mismo" (22:39). El amor incluye muchas cosas, pero en definitiva, lo fundamental pienso que es desear y hacer siempre el bien a los demás. Para eso tengo que poder estar abierto, comprenderlo, perdonarlo, ser paciente, y sobre todo recibirlo. Como había dicho en la reflexión sobre ese capítulo, ser hospitalario no tiene tanto que ver con darle un lugar a alguien en casa sino más bien con dárselo en nuestra vida.

En fin, todo esto hace necesaria la renovación de nuestra mente. Cambiar de una mentalidad meramente humana, que solamente se fija en sí mismo, o a veces ni siquiera eso, y dejarnos moldear poco a poco por Dios para que su amor impregne cada aspecto de nuestra vida. En definitiva, si Dios no nos moldea, nos va a moldear el "mundo actual" del que habla Pablo, es decir, la sociedad que nos rodea. Si miramos a nuestro alrededor, a este mundo le falta amor. Y si nosotros, que somos cristianos y por lo tanto amamos a Dios, no somos capaces de establecer vínculos de amor con la gente que nos rodea, no podemos tampoco esperar que lo hagan los demás. En definitiva, “Dios es amor”, dice Juan en su carta (1 Juan 4:16). Por eso también es necesario "ubicarse" en el tiempo en que vivimos, para comprender a nuestra sociedad y poder ser agentes de renovación. Si nosotros estamos dispuestos a amar, todo a nuestro alrededor puede cambiar. Ahora bien, como dijimos al reflexionar sobre el capítulo 13, la fuente del amor es Dios. Si nosotros estamos cerca de Dios, el amor crece en nosotros. Si estamos lejos, el amor decrece. Por eso, para poder amar a los demás, primero tengo que poder amar a Dios. Esto tiene muchas implicancias. Dios es creador de todas las cosas, y por lo tanto si amamos a Dios deberíamos ser capaces de amar a todo lo que nos rodea. Los animales, el clima, las plantas, todo eso fue hecho por Dios. Las personas, todas, fueron hechas por Dios. Esto incluye personas que nos quieren, personas que no conocemos bien, personas que nos maltratan; incluye a nuestras autoridades, en todos sus niveles. No importa si justas o injustas, nosotros no tenemos el derecho de no amar a alguien. Por otra parte, dijimos que amar es vencer, por lo tanto si pensamos que hay injusticia en alguien, vencemos a su injusticia con nuestro amor. Si consideramos que hay maldad en alguien, vencemos esa maldad amando a esa persona.

Claro que esto no es fácil. Por eso hay otra cosa que no tenemos que descuidar: nuestra familia de fe. “No es bueno que el hombre este solo”, dice Génesis 2:18. Nosotros permanentemente necesitamos apoyo, ánimos y fuerzas porque en nuestra humanidad, somos débiles. El cambio que Dios nos propone es demasiado grande para que lo llevemos a cabo individualmente. Renovar nuestras mentes es una tardea difícil para la que necesitamos de la ayuda de otros que estén en el mismo proceso que nosotros. Por otra parte la comunidad de fe es una fuente grande de identidad para nosotros. Cuando comenzamos a ser renovados, nuestra manera de ser va cambiando, y ya nos dejamos de identificar lentamente con la sociedad que nos rodea, con sus costumbres, sus parámetros. Incluso aunque sigamos practicando muchas cosas, estas cosas dejan de gustarnos. Justamente, ahí hay un gran punto. Practicamos cosas que no nos gustan porque estamos todavía acostumbrados a una manera de ser que el mundo nos fue imponiendo desde el principio. Por eso, Dios nos anima en el capítulo 13 a que nos defendamos de los intentos de la sociedad que nos rodea de moldearnos a su imagen. Nosotros fuimos creados para ser a imagen de Dios.

Y la imagen de Dios se completa en nosotros mientras nos mantengamos unidos al cuerpo del que reflexionábamos a partir del capítulo 12. Este cuerpo es la iglesia, y Cristo es la cabeza. Por eso es importante que nosotros también cuidemos a nuestra familia de fe. Que no dejemos de congregarnos, que tratemos de mantener vínculos fuertes y estrechos con nuestra comunidad, en fin, que el amor impregne también nuestras relaciones en la iglesia y las renueve permanentemente. En definitiva, la iglesia debería ser el escenario de prueba. Deberíamos ser capaces, con nuestro amor por nuestros hermanos y hermanas de fe, de dar el ejemplo de cómo debería ser una comunidad, aún con las imperfecciones que podamos llegar a tener. Si volvemos a la idea de que el amor es el vínculo de la perfección, una comunidad basada en el amor es una comunidad que se perfecciona permanentemente. Y una comunidad cristiana, por definición, debería estar basada en el amor.

Por todo esto, en fin, es muy importante también generar relaciones con todos, cristianos o no, iguales, parecidos, distintos o muy distintos de nosotros. Porque desde el amor es que uno puede vencer las barreras que a esas personas las separan de Dios y les impiden verlo. En definitiva, amar es vencer. Por otra parte, se trata de ofrecer este nuevo modelo, nuevo en el sentido de diferente al que la gente conoce y por el cual se deja moldear pasivamente, casi siempre sin ofrecer resistencia, y dejar en evidencia que el modelo de Jesús es totalmente más sano, más edificante y en definitiva, el único que lleva a la vida. Así también con nuestros hermanos en la fe, transformando lentamente las comunidades cristianas en pequeños modelos de lo que la sociedad podría llegar a ser en Cristo, aunque renovándonos y creciendo permanentemente. Si nosotros practicamos entre nosotros lo que después vamos a intentar aplicar fuera de las iglesias, lentamente vamos a ser transformados más y más a imagen de Dios, llevando la iglesia, es decir, llevando a Jesús a cada lugar donde vayamos.

En fin, dice Pablo, "sean sagaces para el bien e inocentes para el mal" (16:19). Esta es la clave de la renovación de la mente. El mundo suele ser al revés. Para el mal, sagaz, inventivo, creativo. Ha dejado claro que siempre puede llegar más lejos, caer más bajo. Pero para el bien las personas suelen ser ingenuas, no darse cuenta o pasar por alto la manera de practicar el bien, ignorar las advertencias, cerrar los ojos ante lo malo, mirar para otro lado. Si el amor de Dios impregna nuestras mentes y nuestras vidas, nuestra perspectiva puede cambiar y volvernos cada vez más astutos para hacer el bien, para amar, para renovar las maneras, ser creativos e inventivos para demostrar y expresar nuestro amor hacia Dios, hacia nosotros y hacia los demás, y cada vez más ingenuos para el mal, olvidándonos de cómo se hace para practicarlo y sí, fallando, pero por descuido y no por voluntad propia.

Por supuesto, eso está muy lejano a nosotros a simple vista, pero pienso que está en realidad mucho más al alcance de lo que a veces yo mismo me atrevo a pensar por miedo a ser demasiado optimista. Pero como ya dije varias veces, insisto: amar es vencer, y eso se aplica también al mal que habita en nosotros mismos. Espero que esta reflexión haya sido de mucha bendición para todos, y que los haya animado y les haya ayudado a pensar el amor más allá de lo que nuestra propia sociedad entiende como tal. Nunca olvidemos que hay mucho más de lo que conocemos, y eso se aplica para el amor también.

Que el Dios de amor los llene de sabiduría y de luz para que, amando, puedan vencer y transformar sus vidas y las de aquellos que los rodean, y para que sus mentes sean renovadas por medio de su amor y su Espíritu de vida, que nos libra del temor y del mal que nosotros mismos podemos llegar a hacer. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.