lunes, 20 de mayo de 2013

2 Corintios: el ministerio del nuevo pacto

Hola a todos. Vengo publicando desde hace algunas semanas esta serie sobre 2 Corintios, y creo que hasta acá ya tiene bastante contenido. Me pareció que merecía una recapitulación, una reflexión para redondear algunas cosas que me parece que son centrales hasta donde llegamos. Como hice algunas veces en la serie sobre Romanos, pongo los links de las reflexiones anteriores y las referencias de los pasajes que me parecen centrales de cada capítulo desde el punto de vista con el que vengo enfocando la reflexión. Lean estos pasajes, y capaz les va a convenir tenerlos a mano para ir consultándolos a medida que avanzamos en la reflexión. Les recuerdo que pueden usar esta página, http://www.biblegateway.com/, muy útil.

2 Corintios 1 - Se trata de Cristo 1:20-22
2 Corintios 2 - Reprender en el amor 2:3-4,15-16
2 Corintios 3 - La carta de Cristo 3:3,18
2 Corintios 4 - El tesoro de Dios 4:5-7
2 Corintios 5 - La nueva manera de vivir 5:16-18

Al releer las reflexiones y los pasajes, encuentro un denominador común, algo que ya había mencionado también en la primera publicación: toda la carta, todo el mensaje que Pablo (y Dios a través de él) transmite en 2 Corintios, así como en toda la Escritura, conduce a Cristo. Esto me parece intenso y profundo. Esta primera parte, por ejemplo, abre en Cristo y cierra en Cristo. El primer versículo establece que Pablo es "apóstol de Cristo Jesús", y el último del capítulo 5 dice que "al que no cometió pecado alguno [Cristo], por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios". Esto es importantísimo. De esto se trata, en primera instancia, el ministerio del nuevo pacto: de Cristo.

Este ministerio del nuevo pacto es de lo que va a hablar toda la carta. La primera parte, hasta donde llegamos, me parece que se enfoca en explicar cuál es el contenido de este pacto, y la parte que viene después creo que está más enfocada en llevarlo a la práctica, cómo se traduce en acciones. Quiero hacer una aclaración sobre este "nuevo pacto". No es que Dios se arrepienta del pacto anterior, y entonces cambie las reglas. Dios no se arrepiente, ni tiene por qué hacerlo. Es en realidad el mismo pacto, pero completado y expresado de otra manera, de una manera nueva, para un contexto nuevo. Es un giro radical en el camino de su plan, pero un giro planeado de antemano. Es como si hubiese establecido un pacto incompleto primero, pero al anunciar desde un comienzo el pacto que habría de venir, estaba dándole validez completa al primer pacto por medio del segundo. Dicho de modo más simple, el pacto del Antiguo Testamento parece incompleto, pero en realidad está completo porque se apoya en la fe en la llegada del pacto del Nuevo Testamemto, que es en Cristo, donde, como dijimos, todas esas promesas del antiguo pacto se convierten en "sí" y "amén".

Así que, dijimos en el capítulo 1, el nuevo pacto es básicamente Dios poniéndole la firma al viejo pacto a través de Cristo. "Cristo es todo y está en todos" (Colosenses 3:11). Él es el único mediador entre nosotros y Dios, entre nosotros y sus promesas. Y es el único sacerdote, el sacerdote definitivo, que intercede por nosotros y conduce el ritual necesario para que podamos estar en paz con Dios. De hecho, donde antes era necesario sacrificar un cordero, tenemos en Cristo el sacrificio definitivo, el Cordero de Dios. Así que Cristo es al mismo tiempo mediador, sacerdote y sacrifico. La biblia expresa esto de manera tajante: "un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que está santificando" (Hebreos 10:14).

No es que seamos ya perfectos, en el sentido de que no nos equivocamos. Pero para Dios, el ahora y el después no existen. Si comenzó a santificarnos, es como si ya tuviéramos asegurada la perfección final, la plenitud que vamos a tener cuando estemos en la presencia del Señor. La forma completa de nosotros mismos. Lo que es nuevo, entonces, es esta nueva oportunidad de ser perfectos, de ser reconstruidos tal cual Dios mismo nos planeó. Es la chance definitiva, porque está siempre ahí, Dios nos va dando nuevas oportunidades cada día, a cada hora, en cada minuto. Y a medida que recibimos esas oportunidades, vamos siendo transformados más a su imagen. Ésta es la buena noticia que anunciamos, y esta idea resume toda esta primera parte de la carta. Veamos cómo lo hace.

El ministerio del nuevo pacto es muchas cosas al mismo tiempo. Por un lado, dijimos en la segunda publicación que es corrección. El bienestar de otros bien vale mi tristeza o la de esos "otros". Por eso, ministrar tiene que ver muchas veces con reprender, con marcar aquellas cosas que consideramos que están por fuera del camino de Dios en la vida de otras personas. Lo importante es que esto no nos haga sentir superiores: reprendemos desde nuestro lugar de personas que también necesitan ser reprendidas. Por eso, reprender también es perdonar. La única finalidad válida de reprender es ayudar a esas otras personas a tener una vida más agradable, para ellos mismos, para los demás y para Dios. Ser, como decía ese capítulo 2, "aroma de Cristo" (2:15).

El ministerio del nuevo pacto también es predicación. Agustín de Hipona, teólogo de las primeras épocas de la iglesia, conocido por la tradición como San Agustín, decía algo muy parecido a esto: "predica todo el tiempo, y si es necesario usa palabras". Resalto esto último: si es necesario, usa palabras. Si no, no las uses. Porque predicar no es hablar de Cristo, sino que antes es vivir en Cristo. No hablar de la palabra de Dios, sino más bien vivir la palabra de Dios. Por eso, el capítulo 3 decía que somos una carta de Cristo, escrita en parte por los que nos predicaron a nosotros, en parte por Dios mismo, con la tinta del Espíritu. No es que "leemos" una carta de Cristo, sino que "somos" una carta de Cristo. Las palabras son nuestras propias acciones. Y como está escrita con la tinta del Espíritu, la gloria del Señor resplandece en nosotros. No debería hacer falta que digamos nada para que otros vean a Dios por medio nuestro. Por eso, Pablo dice que "el reino de Dios no es cuestión de palabras sino de poder" (1 Corintios 4:20). Y también que el evangelio "es poder de Dios para la salvación de todos los que creen" (Romanos 1:16). Es poder de Dios, no palabras.

Así que no cuenta tanto lo que digamos, sino lo que hagamos. Y como el evangelio se trata ante todo de la gloria de Dios, éste es el tesoro que llevamos dentro. Ésta es la riqueza que tenemos. Así que el ministerio del nuevo pacto es riqueza. Riqueza espiritual, un tesoro invisible pero más real que cualquier tesoro visible, y sin duda más poderoso y más importante para nuestras vidas. Por eso, esto que llevamos tenemos que compartirlo. Dijimos que era un tesoro que crecía mientras lo comparto, y al mismo tiempo, al aumentar, lo comparto más y más, cada vez con menos esfuerzo, porque cada vez brilla más. Pero no se trata de que seamos perfectos: de nuevo, la clave está en lo contrario, en que aún siendo imperfectos, Dios se revela por medio nuestro. Como dice Pablo, "tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros" (4:7). Porque como vimos, detrás de lo que se ve está lo que verdaderamente importa.

Por eso dice Hebreos 11:1-2 que "la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos". De hecho, nosotros somos imperfectos, y además, injustos. Es decir, hacemos las cosas mal, por fuera de las normas que Dios quiso establecer para que viviéramos en armonía, unos con otros, interiormente, con el medio natural y con Dios mismo. Sin embargo, el ministerio del nuevo pacto justamente es reconciliación. Porque aunque estábamos enfrentados con Dios por nuestra desobediencia y rebeldía, él canceló esa enemistad en Cristo. Nosotros, que reflejamos la gloria de este poderoso mensaje, somos sus embajadores. No sólo somos una carta de parte de Dios, sino una carta de paz. Éste es el mensaje que predicamos. Que Dios nos da la oportunidad de empezar nuestra relación con él desde cero, sin tener en cuenta el tiempo en el que vivimos en desobediencia a él, sin importar qué tan enfrentados hayamos estado, y qué tanto lo hayamos ofendido. Cristo ya pagó por todo esto.

Y vuelvo a la idea inicial: de principio a fin, el evangelio se trata de Cristo. Éste es el ministerio del nuevo pacto. Cristo es el que hace toda la obra. Por la gloria de Dios manifestada en Cristo, mi vida brilla con el mensaje de paz que Dios quiere anunciar. Paz, consuelo, esperanza. Por eso, si vivo en Cristo, mi vida inevitablemente es predicar, y Cristo, que es el sí y el amén, pone la firma a esa predicación. El resto depende del poder de Dios. Cristo, entonces, ES el nuevo pacto.

De forma resumida, de esto se trató esta primera mitad. Espero que haya sido de mucha bendición para todos leer esto, y recordar y poner en conjunto todas estas cosas de las que veníamos reflexionando. La próxima vez retomo el hilo para pasar a la parte de cómo todo esto se va aplicando de manera concreta en nuestras vidas y las de otros.

Que el Dios de pactos, el del antiguo pacto y el del nuevo, que no contradice sino que sobrepasa al primero, haga brillar su gloria en nosotros, vasijas de barro, para que muchas personas puedan verlo y llegar a reconciliarse con él, convirtiéndose en aroma de Cristo, porque eso es la vida. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

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