domingo, 25 de agosto de 2013

La nueva vida 2 - La encrucijada

Hola a todos. Seguimos con esta serie sobre la vida nueva que recibimos en Cristo. Ya hablamos sobre las tres cosas básicas que tenemos que tener en cuenta para poder aprovechar esta serie al máximo: que la biblia es la palabra de Dios, totalmente cierta; buscar a Dios de corazón, tratar de pasar tiempo con él, hablar con él; y estar dispuestos a renunciar al "sentido común" que nos ofrece la sociedad cuando sea necesario. Dijimos la vez pasada que la vida sin Cristo no es vida en serio. Jesús dice que él ES la vida. Cuando aceptamos vivir con él, y por lo tanto vivir como él vivió y como nos enseña a vivir, pasamos de la muerte, o sea, una vida sin sabor, sin propósito o sin color (o las tres en una) a una vida llena de sorpresas y ventajas.

"Si el mundo los aborrece, tengan presente que antes que a ustedes, me aborreció a mí. Si fueran del mundo, el mundo los querría como a los suyos. Pero ustedes no son del mundo, sino que yo los he escogido de entre el mundo. Por eso el mundo los aborrece. Recuerden lo que les dije: 'Ningún siervo es más que su amo'. Si a mí me han perseguido, a ustedes también los perseguirán. Si han obedecido mis enseñanzas, también obedecerán las de ustedes. Los tratarán así por causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió" (Juan 15:18-20).

"Así que les digo esto y les insisto en el Señor: No vivan más con pensamientos frívolos como los paganos. A causa de la ignorancia que los domina y por la dureza de su corazón, estos tienen oscurecido el entendimiento y están alejados de la vida que proviene de Dios. Han perdido toda vergüenza, se han entregado a la inmoralidad, y no se sacian de cometer toda clase de actos indecentes. No fue ésta la enseñanza que ustedes recibieron acerca de Cristo, si de veras se les habló y enseñó de Jesús según la verdad que está en él. Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad" (Efesios 4:17-24).

Bueno, creo que los dos pasajes son bastante fuertes. Y supongo que en algún punto, problemáticos. Nos proponen un nivel de compromiso que tal vez no nos hayamos planteado antes. Esto posiblemente empiece a pasar más seguido a medida que avanzamos. Mi consejo es que si se sienten desafiados o confrontados, acepten el desafío. A veces asusta, pero siempre vale la pena.

Dios nos propone un grado de entrega total. Andar con él no es solamente creer, leer la biblia y orar. Es mucho más. Dice el pasaje de Juan que Jesús nos escoge de entre el mundo. Desde el momento en que decidimos que Dios sea parte de nuestras vidas, se produce un quiebre en nosotros: empezamos a querer hacer cosas que antes no hacíamos, o dejar de hacer cosas que antes hacíamos. Eso es natural, porque Dios va renovando nuestra manera de pensar a medida que se lo permitimos.

Pero mucha gente se va a oponer a que cambiemos esas cosas, en nombre del "sentido común". Nosotros mismos podemos oponernos a esos cambios. Tal vez la expresión "no ser del mundo" suena un poco fuerte. ¿Qué somos? ¿Extraterrestres, o algo así? Bueno, en cierta forma, sí. La sociedad que nos rodea, independientemente de cuál sea nuestro origen, nos trata de moldear según ciertas normas, ciertos parámetros. Nos enseñan qué es verdadero y qué no, qué es malo y qué no es tan malo, qué es bueno, qué conviene y qué no conviene hacer. Sentido común.

Pero Dios nos va a proponer cosas que van a chocar con esto. No sólo eso, nuestros pensamientos van a empezar a cambiar, nuestra manera de entender la vida. Sin embargo, llevarlo a la práctica no es tan fácil. Como dije en alguna parte de la reflexión anterior, a medida que vamos entendiendo la esencia de nuestra fe y vamos tomándola más en serio, nos acercamos a un punto al mismo tiempo arriesgado e importante, podríamos decir que decisivo, climático: el punto en que nuestra fe y nuestra vida diaria entran en conflicto. Ésta es la encrucijada, el momento en el que tenemos que decidir dónde ponemos nuestra confianza.

Como personas, seres humanos de carne y hueso, tenemos pasiones. ¿Qué son las pasiones? Bueno, es todo lo que nos moviliza, nos impulsa, nuestros deseos más fuertes. Todo lo que hacemos porque nos resulta irresistible. Muchas veces no se trata de cosas malas en sí mismas, pero que hechas impulsivamente y con imprudencia terminan teniendo malos resultados. Actuamos sin pensar y desmedidamente, y cuando nos damos cuenta nos enredamos en situaciones de las que parecería que no nos podemos desenredar. Muchas veces elegimos dejarnos llevar porque todo el mundo lo hace, y entonces debería estar bueno. Y así terminamos pensando del modo que piensan los demás. Nos quedamos en el molde.

En el pasaje de Juan, Jesús se refiere a ese molde como "el mundo". Ya hablé de esto en algún momento. El apóstol Pablo dice también: "No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente" (Romanos 12:2). Hay dos maneras de vivir, en el molde o fuera de él. A la larga esas dos maneras son incompatibles. El molde implica los "pensamientos frívolos" del pasaje de Efesios, es decir, no pensar en lo que hay más allá de lo que vemos, y dejarnos llevar por los impulsos, los "deseos engañosos".

Son justamente eso: deseos que no son lo que parecen ser. Parece que está todo bien, pero en realidad tienen consecuencias negativas para nosotros y los que nos rodean. "No se sacian", dice Efesios. Y es cierto: una cosa lleva a la otra, de una pasión voy a otra, y nuestro corazón va alejándose de Dios. Se hace cada vez más duro a lo que él nos dice. Podemos incluso terminar cayendo en el "cumplir y vivir" del que hablaba en la publicación pasada. Éste es el gran problema del molde de nuestra sociedad: sólo se fija en lo que se ve y se toca, lo inmediato, lo evidente, causa y efecto.

Pero tenemos que entender que la verdadera vida está en Jesús, y Jesús está fuera del molde. Mientras vivamos la vida que nos dijeron que era mejor, probablemente hagamos agua por muchos lados. Mientras nos mantengamos dentro del molde, nos vamos a sentir presionados, atrapados por cosas que en realidad no decidimos libremente, sino por un "sentido común" que nos impusieron. Pero Jesús dice: "Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia" (Juan 10:10). Cuando salimos del molde, nuestra vida se vuelve mucho mejor, mucho más plena, mucho más cargada de sentido y de libertad. ¡Pero nosotros somos los que tenemos que decidirnos a salir!

Y para salir del molde, tenemos que animarnos a pensar diferente. A no dejarnos llevar por lo que la sociedad nos enseña que conviene, o que está bueno, o que hay que hacer o pensar. Porque en la sociedad no está la vida, sino en Jesús. Como dije la vez anterior: lo que nos ofrece el mundo es una falsa vida. Jesús nos ofrece una vida de verdad, intensa y llena de sentido.

Ahora, tenemos que entender que si salimos del molde para tener la forma que Dios quiera darnos, mucha gente va a estar disconforme. El pasaje de Juan es claro: a Jesús lo persiguieron por no amoldarse al mundo. A nosotros también nos van a despreciar, o al menos no nos van a comprender. Algunas personas hasta nos van a apoyar, y eso es bueno, porque podemos contagiar la nueva manera de vivir a otras personas. Pero otros nos van a rechazar, y esos otros pueden ser gente muy cercana, incluso nuestra propia familia a veces. Por eso es fundamental entender los beneficios, reales y enormes, que tiene salir del molde. Estar dispuestos a dejar atrás todo lo que haya que dejar atrás. A veces son actividades, a veces intereses, a veces personas que nos dan la espalda. Pero mientras no salgamos del molde, aunque conservemos todo esto, nos vamos a sentir incómodos. Algo no va a encajar en nuestras vidas, porque ya conocimos cómo funcionan las cosas.

La clave está ahí, en la encrucijada. En el momento de optar. Va a haber muchos momentos en realidad, pero el que me parece clave es cuando tenemos que elegir de raíz cómo queremos vivir: como nos dice la sociedad, o como nos ofrece Jesús. Ahí está la clave, en el cambio de mentalidad que se nos propone. Estar en el mundo y no pertenecer al mundo puede dar miedo. Vamos a pasar a ser como extranjeros en cualquier lado, salvo en la iglesia, es decir, cuando estemos con aquellas otras personas que tomaron esa misma decisión. Nos deja muy expuestos, y vamos a ser permanentemente tentados por nuestra antigua manera de pensar y de vivir, y por la manera de vivir de otros, sobre todo cuando veamos que "la pasan bien". Pero recordemos que es un bienestar pasajero, y que suele dejarnos un vacío profundo. El bienestar duradero viene sólo de Dios, si vivimos como él nos ofrece. ¿Nos van a pasar cosas malas? Sí, igual que siempre. Tal vez menos. Tal vez más. Pero Dios nos promete que de todo nos va a librar, como veíamos la vez anterior.

Puede parecer, y hasta ser, muy difícil al principio. También podemos tropezar, o hasta caer, pero Dios nos va a seguir esperando. Una vez que se produjo el cambio de mente en serio, es irreversible. Se trata básicamente de lo que antes fui y de lo que ahora soy, como en el pasaje de Efesios. Vieja naturaleza, nueva naturaleza. Es un proceso, por supuesto, hasta que se va volviendo realidad en cosas concretas de nuestra vida. Pero nuestra forma anterior de vivir ya nos empieza a hacer ruido cuando tomamos la decisión.

Es importantísimo saber que SIEMPRE hay vuelta atrás. No importa qué tan lejos me haya ido, qué tan bajo haya caído o que tan malo haya sido hasta ahora. Tampoco importa ya cuánta gente haya lastimado hasta acá. El daño está hecho, sí. Pero hasta puede tener remedio. Lo que cuenta es comprometerse, elegir vivir de una forma nueva de ahora en más. Si se lo pedimos a Dios, él se encarga de desenredarnos de todo lo que nos fue atando hasta acá. Y siempre está esperando que se lo pidamos.

Insisto: hay una sola vida, y hay que vivirla. Esa vida verdadera, lo único que podemos llamar realmente vida, está en Cristo, y para vivirla es necesario salir del molde. Sólo así podemos hacer coincidir la fe con la vida cotidiana y superar la encrucijada, para descubrir que todo eso que la fe nos enseñaba también era muy real. Lo primero es el cambio de mentalidad: la palabra arrepentimiento, originalmente, significa eso. Dejar de pensar como antes, y por lo tanto de vivir como antes, y empezar a ver las cosas como Dios me propone, eligiendo entonces también vivir como él me ofrece. Las consecuencias son gigantes, pero sobre todo para nuestro bienestar.

Que el Dios que hace nuevas todas las cosas impacte profundamente nuestras vidas, para que podamos dar el paso decisivo y elegir vivir cada día con él, y como él nos propone, y así podamos empezar a comprobar que la vida que nos ofrece es mucho más hermosa de lo que a veces imaginamos o de lo que otros nos hacen creer. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

lunes, 19 de agosto de 2013

La nueva vida 1 - Dos vidas paralelas

Hola a todos. Me demoré un poco, pero acá estoy de nuevo para seguir publicando esta serie de reflexiones sobre la vida cristiana, es decir, la nueva vida que encontramos en Cristo. Por supuesto que siempre van a quedar muchísimas cosas para agregar a lo que yo diga, y además lo que yo escribo acá son reflexiones mías basadas en la palabra de Dios, o sea que no es ninguna verdad revelada este blog. Por esos dos motivos me parece importante que, si sienten que Dios también les dijo algo a ustedes, o si hay algo que no les queda claro, que no entienden o con lo cual no están del todo de acuerdo, lo comenten. Fuera de eso, no olviden orar antes de leer esto, para que sea Dios el que les hable y no sólo yo.

En la publicación anterior dije que había tres cosas que eran la base, el requisito para poder aprovechar estas reflexiones, y cualquier intento de entender y profundizar (o tal vez para algunos empezar a vivir) esta nueva vida que Dios nos propone. Creer en que la biblia es la palabra de Dios, y conocerla; creer en que Jesús es el Hijo de Dios, o al menos tener presente la posibilidad, y hablar con él en la intimidad, es decir, por cuenta propia; y estar dispuestos a dejar de lado el sentido común que nos ofrece la sociedad, arriesgándonos a descubrir cosas que, si aceptamos que son ciertas, puedan hacer que parezcamos un poco locos. Dios hace todo el resto.

"Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida. Ciertamente les aseguro que ya viene la hora, y ha llegado ya, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan, vivirán" (Juan 5:24-25).

"¿Por qué quebrantan ustedes el mandamiento de Dios a causa de la tradición? Dios dijo: 'Honra a tu padre y a tu madre', y también: 'El que maldiga a su padre o a su madre será condenado a muerte'. Ustedes, en cambio, enseñan que un hijo puede decir a su padre o a su madre: 'Cualquier ayuda que pudiera darte ya se la he dedicado como ofrenda a Dios'. En ese caso, el tal hijo no tiene que honrar a su padre. Así por causa de la tradición anulan ustedes la palabra de Dios. ¡Hipócritas! Tenía razón Isaías cuando profetizó de ustedes: 'Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí" (Mateo 15:3-8).

Más de una vez escuché en boca de otras personas la frase "hay una sola vida, y hay que vivirla". Generalmente se la usa para justificarse al hacer alguna cosa que no está bien vista pero proporciona diversión, placer, o algo así. Tal vez muchos piensen "no estoy muy de acuerdo con esa filosofía", tal vez otros digan "sí, tal cual, la vida hay que vivirla y disfrutarla porque es una sola". Yo quiero agregar algo a esta frase, una idea que me cambió totalmente la perspectiva.

A algunos podría parecerle difícil conciliar esa afirmación con la perspectiva cristiana. A mí me pasaba, de hecho. ¿Una sola vida? ¿Dónde está la trascendencia? ¿Y la vida después de la muerte? ¿Y cómo es eso de que "hay que vivirla"? ¿Es así, tan simple? Bueno, decirlo es así de fácil, pero pienso que aplicarlo puede complicarse un poco más.

Creo que el principal problema de esta afirmación es hacerla encajar con los parámetros de lo que creemos que es una vida cristiana, una vida que agrade a Dios. Porque miramos alrededor y todos llevan una vida medianamente normal: amigos, familia, estudios, salidas, fiestas, actividades de todo tipo. Pero cuando empezamos a querer mezclar la iglesia en esta vida, o nuestras creencias, por algún lado nos empieza a hacer agua.

En realidad, pienso que hay tres maneras de hacerlo, y voy a tratar de explicarlas resumidamente. A la primera forma la llamo "cumplir y vivir", y creo que es la que más automáticamente nos sale, y por lo tanto la más común. Ésta fue mi actitud durante mis primeros años de contacto con Dios o con la iglesia. Se trata precisamente de eso: voy cada semana a la iglesia, o al menos a mi grupo de jóvenes.

Es más, no hace falta que vaya todas las semanas, alcanza con que aparezca al menos de vez en cuando, para alguna actividad especial. Navidad, Semana Santa, Pentecostés, bautismos, casamientos, comuniones, confirmaciones; siempre hay algún motivo especial por el que puedo ir y ya la gente me tiene de vista. En realidad, a los chicos de mi grupo incluso los puedo ver aparte, y ya no hace falta ni que sacrifique un sábado. En cualquier caso no afecta para nada mi vida, no influye. Tal vez ni esté en mi agenda. Es una distracción, digamos. Cumplo, ya sea más o menos seguido, para que esté todo bien con mi familia, o con los chicos de mi grupo, o con la gente de la iglesia, o porque disfruto de ese momento social, pero fuera de eso, mi vida sigue como siempre.

La segunda manera es un tanto más arriesgada. Prácticamente es como tener dos vidas que se superponen. Una en la iglesia y otra afuera. Voy a la iglesia siempre, y me comprometo bastante. Me anoto en todos los proyectos sociales, en todas las salidas que puedo, retiros, campamentos, cursos y estudios bíblicos. A veces porque en verdad me interesa y otras veces es como "cumplir" pero llevado al extremo.

Pero por otro lado, sigue sin cambiar mi vida, sin influir. Es como que son dos cosas diferentes: una cosa es la iglesia, sus pautas, sus normas, y otra cosa es la vida cotidiana. No tienen que mezclarse, ni hay que sacar las cosas de su ámbito. Cada cosa en su lugar. A veces voy a la iglesia o hago todas esas cosas simplemente porque me hace bien, pero en definitiva no estoy seguro de querer agregar esas cosas a mi propia vida, a la "vida real", digamos.

El principal riesgo de esto es que al no practicar fuera de la iglesia todo lo que aprendo, cada vez se hace más abstracto, más teórico todo, y puedo terminar cayendo en el legalismo: pensar que lo importante es hacer todo bien al pie de la letra, lo cual me obliga a mantener siempre la imagen de recto, perfecto y bueno para no sentirme mal conmigo mismo o con los demás. Incluso me puede llevar a menospreciar a los que no viven según los valores cristianos, tal vez sin darme cuenta de que en la práctica yo tampoco lo hago, al menos no fuera de la iglesia.

Creo que contra esta segunda manera es que habla Jesús en el pasaje de Mateo. Les está respondiendo a los escribas y fariseos que le preguntaron: "¿Por qué quebrantan tus discípulos la tradición de los ancianos? ¡Comen sin cumplir primero el rito de lavarse las manos!" (Mateo 15:2). No es que no se limpiaran las manos, sino que había toda una forma, dictada por la costumbre, de lavarse para que las manos estuvieran puras de verdad. Supuestamente era parte de lo que Dios mandaba. Pero lo que Jesús les dice que con su apariencia de piedad, imponían a la gente reglas humanas que Dios nunca había establecido.

Es como cuando se nos condiciona por la forma en que tenemos que vestir, por cómo tenemos que hablar o por qué se puede hacer dentro de la iglesia y qué no, o qué música podemos y no podemos escuchar. "¡Hipócritas!", nos dice Jesús. Como si sólo en la iglesia Dios me viera hacer las cosas. "No se puede fumar en la iglesia", nos podrían decir, "ni siquiera en el patio". ¿Cómo? ¿Lo que importa es que no lo haga adentro de la iglesia, aunque lo haga afuera? "No se dicen malas palabras en la iglesia". ¿Ah, pero afuera sí? ¿Sólo el lugar donde la iglesia se reúne es "santo"?

Jesús nos propone una tercera forma de vivir. Yo la llamaría "la iglesia soy yo". ¿La gente dice que la vida es una sola? Estoy de acuerdo, totalmente de acuerdo. Jesús dijo "yo soy el camino, la verdad, y la vida" (Juan 14:6). En otro pasaje la biblia nos dice que "el que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida" (1 Juan 5:12). Y el pasaje de Juan con el que empecé esta reflexión es bastante potente en este sentido: dice que "los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan, vivirán" (Juan 5:25). No dice que los que están vivos van a oir la voz de Dios para tener una nueva vida, ni que si escuchamos la voz del Hijo de Dios mientras estamos vivos, al morir vamos a tener vida eterna. El que no tiene al Hijo, no tiene la vida. Eterna o no eterna. La vida es una sola: Jesús. Fuera de él no existe la vida.

Insisto: la vida es una sola: Jesús. Lo que va por fuera de él, no es vida. ¿Caminamos? Sí. ¿Hacemos cosas? Sí. ¿Nos pasan cosas? Sí. Pero somos como muertos en vida. La vida es estar con Dios, por definición. La vida es andar el camino que Dios nos propone. Eso es vivir. La muerte es estar separado de Dios, y eso ocurre en esta vida, cuando no le doy importancia a Dios, cuando no me interesa lo que tenga para mí, cuando lo ignoro totalmente y descreo que pueda siquiera existir. Eso es muerte. Y la vida es Jesús. Dios es la vida. Por eso, la iglesia soy yo. Si vivo, vivo con Dios. Y si vivo con él, a todos lados donde voy lo llevo. Llevo sus normas, sus pautas, su manera de vivir. Si algo es verdadero para el ámbito de la iglesia, también necesariamente es válido para mi vida "fuera de la iglesia", que en realidad no existe porque yo soy la iglesia. En cualquier parte donde estoy, la iglesia está, y por lo tanto todo, absolutamente todo en mi vida, ocurre dentro del marco de la iglesia.

Por eso, la cosa no es ser perfecto, intachable, ser el más bueno de todos. No es que somos mejores porque somos cristianos. Es que somos cristianos todo el tiempo, en cualquier parte. Es el compromiso con Jesús lo que marca la diferencia. Las mismas cosas que me parecen inapropiadas para la iglesia me tienen que parecer inapropiadas para el resto de los ámbitos de mi vida. De eso se trata la vida nueva en Cristo, la que Dios nos ofrece. Tiene que ver con un cambio de perspectiva. Más que una vida nueva, deberíamos decir que es una vida verdadera, porque lo otro, desde el punto de vista de Dios, es muerte. Sólo se puede lograr esto buscando a Jesús de manera permanente, teniendo una relación con Dios a través de él. ¿Hay dudas sobre cómo es, sobre cómo hacer tal o cuál cosa, sobre por qué esto o para qué lo otro? Sí, por supuesto. Pero lo que realmente importa, lo más inmediato, es conocer a Jesús, y reconocerlo como Hijo de Dios. Lo demás viene después.

Hay una sola vida, y hay que vivirla. Es lo mejor que podemos hacer. La vida es una, y está en Jesús, y la mejor opción es apostar todo por esa vida. Porque lo demás es muerte: o sea, es gris, sin sabor, sin emoción. Esto no parece cierto, ¿no? La gente se divierte mucho sin Dios. Pero todo eso es pasajero, incluso dentro del lapso de la vida humana. A veces dura minutos, a veces horas, o a veces días. Incluso algunos años. Pero al final todo se va dejando un sabor amargo, a veces terminamos peor que antes de meternos en eso que parecía tan bueno. Y hablo de cosas cotidianas: una carrera, un hobbie, un deporte, una amistad, una relación de pareja. Pero la vida de Dios es eterna: todo lo que recibimos mientras estamos con él, deja un efecto permanente en nuestras vidas, y siempre es, a la corta o a la larga, bueno, sin dudas mucho mejor que la falsa vida que se nos ofrece desde que nacemos. Diríamos en lenguaje coloquial, "Dios es la posta", o "Dios tiene la posta". Por eso esta vida que él nos ofrece hay que vivirla. Es lo mejor que podemos hacer. ¿Pueden pasarnos cosas malas? Sí. ¿Podemos pasar por momentos desagradables? Sí. Pero esta afirmación que parece muy teórica es absolutamente real en la práctica, y cuando lo experimentamos realmente lo sentimos como real: "en todo esto somos más que vencedores por medio de aquél que nos amó" (Romanos 8:37).

Espero que haya sido de mucha bendición para todos. La vida es una y hay que vivirla, y sólo Cristo es la vida. Todo lo demás es relleno o simplemente cosas lindas que podemos agregar a la vida. Pero en todo momento, lo más importante es cómo está nuestra relación personal con Jesús y cuánto estamos conviviendo con él en nuestras vidas cotidianas.

Que el Dios que da vida a los muertos nos enseñe a vivir siempre dentro de sus pautas, para que podamos llevar con nosotros siempre a su Hijo, que nos mantiene firmes, nos ayuda a sobrepasar las dudas y las dificultades, y nos lleva cada día a renovarnos según su manera de vivir. ¡AMÉN!

martes, 13 de agosto de 2013

La nueva vida: nacer de nuevo (Introducción)

Hola a todos. Bueno, la vez pasada había anticipado que las próximas reflexiones probablemente estuvieran desconectadas entre sí, que probablemente por un tiempo no hubiera series. Pero me había olvidado de que es Dios el que decide esas cosas. Y en estos días sentí que tenía que compartir otra serie de reflexiones que hace tiempo me había propuesto a mí mismo. Algunas las había hecho, otras me quedaban pendientes, así que van a ser nuevas también para mí.

Todo empezó cuando me pregunté a mí mismo: ¿de qué se trata la nueva vida de la que habla la biblia? Esto empezó a llevarme a otras preguntas, sobre otros tantos temas, como el pecado, la santidad, el arrepentimiento, la entrega, en fin, muchos temas de los que seguramente escribí ya en este blog, pero desde una perspectiva conjunta que antes no había analizado nunca. Y bueno, esto me va a llevar algunas publicaciones, alrededor de 6, supongo. ¡Espero que sean de gran bendición para todos ustedes!

"Había entre los fariseos un dirigente de los judíos llamado Nicodemo. Éste fue de noche a visitar a Jesús.
-Rabí -le dijo-, sabemos que eres un maestro que ha venido de parte de Dios, porque nadie podría hacer las señales que tú haces si Dios no estuviera con él.

-De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios -dijo Jesús."
(Juan 3:1-3)

"¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el entendido? ¿Dónde el filósofo de esta época? ¿No ha convertido Dios en locura la sabiduría de este mundo? Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen."
(1 Corintios 1:20,21)

Bueno, pienso que los textos son muy claros, pero quiero compartirles lo que viene a mi mente al leerlos. No sé si se dieron cuenta, pero el mensaje que están dando estos pasajes es muy directo, y un poco incómodo. Hace un tiempo escuché una canción que, traducida, en un verso diría "guerreros valientes dentro de un cerco, entrega desmedida envuelta en sentido común". La canción se llama algo así como "en un punto medio".

¿Dónde estamos nosotros con respecto a Jesús? Más adelante voy a profundizar más sobre esta idea, pero creo que la clave de esto es que 1 Corintios ya nos anticipa que el mensaje de la cruz es una locura. Jesús mismo dice que no alcanza con ver las cosas que él hace o haya hecho para poder ver el reino de Dios, para poder ver a Dios, diría. Es más, es posible "ver" (y en algunos casos incluso sin comillas) a Dios en esta vida.

Pero sólo hay una manera: "nacer de nuevo". ¿Qué quiere decir esto? Nicodemo le pregunta esto a Jesús en el versículo siguiente al que yo cité. Y le dice "¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y volver a nacer?" (Juan 3:4). Pero lo que está tratando de decir Jesús es que para poder conocer a Dios, y recibir la enorme cantidad de bendiciones que él nos promete, es necesario hacer un salto de fe. No se trata solamente de ver las cosas que Dios hace. No se trata de ir a la iglesia, a la reunión de jóvenes, a los conciertos cristianos, o a otras actividades religiosas. No se trata de ayudar a los pobres. No se trata de portarse bien. No se trata de ser buena persona. ¿No es importante, todo esto? Sí, es importante, pero no es lo más importante. No es lo primero que hay que hacer. La primera diferencia está en otra parte.

Ahora, si pensamos en nuestras propias vidas, probablemente veamos que hay un montón de cosas que arrastramos de nuestro pasado y nos pesan, como errores, experiencias vividas, heridas, miedos, inseguridades, etc. Lo que Jesús nos está proponiendo acá es radical: ¡una vida nueva! Es decir, ¡la oportunidad de empezar de nuevo! Una especie de borrón y cuenta nueva. ¿Van a desaparecer esas cargas? ¿Va a cambiar nuestro pasado? No, pero va a perder el peso que tienen sobre nuestra vida. ¿Vamos a olvidarnos de las cosas que vivimos? No, pero vamos a ser sanados de las heridas que nos provocaron.

Pero tiene un precio. El precio es renunciar al sentido común como lo conocíamos hasta ahora. Porque Dios nos va a pedir que creamos cosas que escapan al sentido común. Jesús es perfecto. "¡Nadie es perfecto!", diría el sentido común. Jesús es hombre y Dios al mismo tiempo, las dos de manera completa. "Imposible, o es Dios, o es hombre, o es mitad y mitad", dice el sentido común. Jesús tenía el poder de salvarse de la cruz, pero eligió quedarse. "No tiene sentido, seguro no tenía el poder de hacerlo". Jesús pagó con su propia vida para que ninguno de nosotros tenga que volver a morir. Pudo hacerlo porque era Dios, fue válido porque era hombre y porque no había fallado en nada. "Ilógico, ¿cómo es que, mágicamente, por la muerte de uno se les perdonan las faltas a todos?". Jesús resucitó, volvió a la vida, y lo vieron muchos. "Esto sí que es demasiado. El que está muerto, está muerto, punto. ¡Los que lo vieron estaban locos!". Lo vieron cientos de personas. ¿Cientos de personas enloquecieron casi al mismo tiempo? "No sé, eso dice la biblia, puede ser una cosa agregada después".

En fin, podría seguir todo el día. Pero son sólo excusas para no creer el mensaje tal como está. No existe "creer un poco en Jesús". Creer en Jesús es necesariamente creer que él es Dios, y que su palabra es totalmente verdadera. Lo que dice que pasó, pasó. Lo que dice que es, es. Los creyentes a medias tienen que tomar una decisión. Esto no es algo que digo en teoría, esto lo sé por experiencia. Un día la vida me confrontó con un punto de quiebre: ¿me la juego por esto? ¿O hago de cuenta que es una linda historia que puede ayudarme? ¿Tan malo es usar el mensaje de la biblia solamente como un ejemplo para hacer las cosas bien? No, no es malo. Es insuficiente. Quiero decir, si hago esto, no voy a poder empezar de nuevo, como me promete Jesús. Porque él me dice: "Yo te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios" (Juan 3:5).

En fin, Dios quiere darnos la posibilidad de empezar de nuevo. Voy a escuchar muchos "sabios", "filósofos" y personas pensantes, todos muy inteligentes, que nos van a dar muchas alternativas. Pero el mensaje de la biblia es claro: no alcanza con pensar cómo. Hay una sola salida para esto. ¿Cuál es la salida? Jesús. Creer en Jesús, creer que la palabra de Dios es verdadera. Que es cierto que necesito a Jesús para ser perdonado, porque no tengo excusa por mis faltas. Que Jesús, siendo Dios, se hizo también humano, y murió para pagar por esas faltas y pagar el precio. Que Jesús resucitó y esto es lo que me da la posibilidad de volver a nacer.

Dios hace el resto. Si el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios, el que nace de nuevo ve a Dios. Alguien me dijo una vez, al poco tiempo de vivir una experiencia intensa de encuentro con el Señor, "me siento como si me hubiera despertado de un sueño". Vivimos como en un sueño, como de un lado del telón. Pero cuando creemos en el mensaje de la cruz, el velo se corre. El telón se cae. "Cada vez que alguien se vuelve al Señor, el velo es quitado" (2 Corintios 3:16).

¿Cómo se hace esto? ¿Qué es volverse al Señor? Bueno, la biblia da cientos de respuestas al respecto, pero creo que entonces ahí hay una de las claves: leer la biblia puede ser el primer paso. Pero leerla buscando esa respuesta. Leerla buscando a Dios. Entonces otro primer paso puede ser, sino, hablar con Dios. No es difícil. Solo es concentrarnos en él, y decirle lo que sentimos que queremos decirle. No hay que usar palabras especiales, frases lindas. Sólo hablarle, pedirle que abra nuestros ojos. Esto es algo permanente, conviene hacerlo cada día al abrir su palabra. Y conviene abrir su palabra cada día, porque esto va a llevarnos a renovar nuestra vida permanentemente. Y otro punto importante para volverse al Señor es empezar a descartar lo que antes conocíamos como "sentido común", porque Dios quiere formar en nosotros un nuevo sentido común, mejorado, basado en su forma de considerar las cosas.

Tres cosas para tener en cuenta entonces, a lo largo de esta serie: la palabra de Dios es la sabiduría de la nueva vida. Necesito conocerla, ver qué promesas hay, ver qué regalos hay para mí en esta nueva vida. Para tener esa nueva vida, tengo que acercarme a Jesús: orar, que es básicamente hablar con él, pedirle esa nueva vida. Y tercero, si le pido esa nueva vida tengo que comprometerme con eso que le pido y animarme a parecer un poco "loco" con tal de tener eso que Jesús me ofrece, renunciar al sentido común que me enseñaron y atreverme a creer lo que, según ese sentido común, es "imposible". Creo que con estas tres cosas, ya es suficiente para que el cambio que se produce en nosotros sea mucho más grande de lo que imaginamos. ¿Asusta? Un poco. ¿Vale la pena? Sólo hay una forma de averiguarlo: ¡probando! Pero la gente anda diciendo por ahí que sí, que no hay comparación entre una vida "normal" y una vida con Jesús.

Que el Dios de la sabiduría nueva abra nuestros ojos y renueve nuestras vidas permanentemente, para que en todo momento podamos ver a Jesús y volvernos a él, continuamente, buscándolo de corazón y atreviéndonos a confiar en su palabra. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

lunes, 5 de agosto de 2013

La presencia de Dios y la necesidad de Cristo

Hola a todos. Por primera vez publico una reflexión que no es "especial", o sea, temática de alguna fecha, pero que no forma parte de una serie más larga de reflexiones. Estaba leyendo 1 Crónicas hace poco más de un año y me crucé con un pasaje que me hizo reflexionar cosas que jamás me había planteado. Hubo particularmente una idea que vino a mi mente que me abrió la mente a comprender algo que jamás me había ni siquiera cuestionado o preguntado. Bueno, espero que la reflexión sea de gran bendición para todos.

Texto: 1 Crónicas 13:1-10, Juan 14:6, Hebreos 9:1-8

Creo que el pasaje de 1 Crónicas es bastante fuerte y crudo. La primera vez que lo leí repasé una y otra vez el texto, pensando: "no entiendo, ¿por qué murió Uza? Sus intenciones eran buenas, ¡quería proteger el arca del pacto!". Entonces volví al principio del pasaje, porque pensé: "tal vez el problema fue que Dios no quería que trasladaran el arca"; pero el texto no dice nada de eso, y de hecho no fue un capricho de David, sino que lo consultó con la asamblea, y todos estuvieron de acuerdo. No sólo eso, probablemente lo había consultado con Dios, o al menos eso nos da a entender el texto ("... y si es lo que el Señor nuestro Dios desea...", 13:2).

Pero entonces, ¿por qué? ¿Qué hizo Uza de malo para tener que morir, o quién hizo algo mal que terminó teniendo esa consecuencia? ¿El buey por tropezarse? ¿El que puso el arca en la carreta nueva, que la puso mal? Entonces, de repente, entendí una cosa: siempre estamos pensando que nosotros somos los que movemos la vida. Como cuando Pedro le pregunta a Jesús acerca de la ceguera de Bartimeo: "Rabí, para que este hombre haya nacido ciego, ¿quién pecó, él o sus padres?" (Juan 9:2).

Pero Dios, una y otra vez, nos trata de demostrar el mismo punto: "-Ni él pecó, ni sus padres -respondió Jesús-, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida" (Juan 9:3). Lo invisible no es una parte más de la vida: la vida se trata de lo invisible. La vida se trata de Dios, no de nosotros. El mundo gira por él, no por nosotros. Siempre buscamos la explicación de las cosas, buenas y malas, en el ser humano, pero la explicación está en Dios. "¿Qué persona causó que este hombre fuera ciego?", preguntarían los discípulos. Y Jesús diría, "Ninguna persona, sino Dios. Porque todo se trata de Dios, al final".

Lo mismo pasa con el caso de 1 Crónicas. Si lo miramos desde la perspectiva de la acción humana, el pasaje no tiene sentido. Pero si lo pensamos desde la perspectiva de los atributos de Dios, todo cambia. Como explica el pasaje de Hebreos, en el tabernáculo hebreo estaba el Lugar Santísimo, donde estaba originalmente el arca del pacto, que contenía la presencia de Dios. Recordemos que el Espíritu de Dios no estaba individualmente en cada creyente en esa época, sino en el pueblo de Israel como colectividad, y en particular en el lugar de culto, que después de Salomón pasó a ser el templo. Ahí se manifestaba, y ahí, digamos, habitaba la presencia de Dios en ese entonces.

Ahora bien, ¿cómo es la presencia de Dios? ¿Cómo es Dios? Dios es santo. Su presencia es santa. Es limpia, digamos, pura. La naturaleza de Dios es incorrompible, nada puede contaminar a Dios, porque su pureza enseguida destruye cualquier impureza. Por eso el Espíritu nos limpia desde adentro, porque va destruyendo nuestra suciedad. Pero en el tiempo previo a Jesús, sólo las personas designadas por Dios podían acercarse e interactuar con su presencia. Ellos eran los sumos sacerdotes de Israel, los únicos que tenían permitido entrar al Lugar Santísimo. Así y todo, a veces ni ellos podían resistir la santidad y pureza de Dios. ¿Por qué?

Bueno, recordemos que el ser humano está corrompido desde que nace, no porque haya hecho algo mal la persona que nace, sino porque hace milenios le dimos la espalda a Dios. Ningún ser humano puede resistir la presencia de Dios por sí mismo, porque su pureza nos destruiría automáticamente, como le pasó a Uza. Al menos destruiría nuestra existencia física. No sabemos qué pasó con el espíritu de Uza, pero podemos especular con que fue aprobado por su fe y entró a habitar con Dios.

Cuando pienso en esto, sólo puedo relacionarlo con una cosa: Jesús. El único que podría jamás haber tenido permiso para entrar en la presencia de Dios por haber caminado en este mundo sin mancha. Me imagino la presencia de Dios como una luz enorme brillando en medio de una oscuridad infinita. La comparación es complicada, porque la presencia de Dios también es infinita, pero, entonces, no podría haber una oscuridad que no terminara. No me voy a meter con eso porque no es central para entender el punto, y porque además "infinito" es un concepto humano para designar una idea que el hombre no puede ni siquiera imaginar en profundidad. Lo que importa es que para entrar en esa luz, hay que estar limpio. Jesús está limpio, y es el único. De hecho, hasta su cuerpo fue resucitado en pureza. Pero nosotros, no importa qué tan buenos seamos como personas, estamos sucios por naturaleza, o sea, por nuestra naturaleza caída. Por eso no podemos entrar en la luz, porque la luz nos limpiaría de nuestro cuerpo.

Sin embargo, nuestro espíritu es una cosa muy distinta. Nuestro ser no sería destruido. Sería empujado hasta el final de la luz, y quedaría en la oscuridad. Esto es la muerte eterna, el infierno, o como queramos llamarlo. Más allá de la forma, el aspecto que pueda tener, y todo eso, que no podemos saberlo, se trata básicamente de eso: estar privados de todo lo que Dios es. Si Dios es amor, estaríamos privados de Dios. Si Dios es paz, estaríamos privados de paz. Si es consuelo, estaríamos privados de consuelo. Y así podría seguir con la lista.

Pero ahí es donde entra la importancia de la obra de Cristo. Nosotros no podríamos jamás entrar en la presencia de Dios, porque estamos sucios. Pero Jesús, que sí puede entrar, acepta ser destruido de todas maneras, incluso arrastrado a la oscuridad, para poder garantizarnos a nosotros el acceso a la presencia de Dios. A través de la fe, nosotros nos revestimos de Cristo. "Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida [sucia] por los deseos engañosos... y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios en verdadera justicia y santidad" (Efesios 4:22,24). Nos ponemos una especie de traje especial, que nos permite, en definitiva, entrar en la presencia de Dios. Es como uno de esos trajes que se usan para protegerse de los riesgos químicos, o la radiación. En este caso, la pureza de Dios es tan poderosa que no nos podemos acercar. Cristo nos envuelve para que podamos acercarnos y disfrutar de la presencia de Dios sin ningún riesgo.

Por eso no hay ningún otro camino a la presencia de Dios. No porque la religión cristiana sea la mejor, o porque los cristianos sean mejores personas que los demás, como muchas veces puede sonar para los que no son cristianos (incluso muchos cristianos piensan de esa manera, hasta donde sé, lo cual puede llegar a ser muy grave), sino porque sólo Cristo es suficientemente puro para entrar a la presencia de Dios, y por lo tanto para, por medio de él mismo, revestirnos a nosotros de pureza que no tenemos, y hacernos entrar igual. La pureza de Dios hace el resto. Una vez que entramos en la presencia de Dios, su luz elimina lo que hay de sucio en nosotros sin destruirnos a nosotros, y queda frente a él una versión pura y completa de nosotros mismos. Nuestro "yo perfecto". Por eso solamente alcanzamos la perfección una vez que nuestro cuerpo desaparece, y no antes. Lo que vivimos en este mundo lo vivimos para crecer todo lo que podamos hasta ser finalmente llamados a la presencia de Dios.

Pablo explica que un día, nuestro cuerpo va a ser también reconstruido en presencia de Dios, y vamos a pasar a formar parte de una nueva creación, totalmente pura, cuerpo y espíritu. Mientras tanto, vivimos en un envase sucio, que se va limpiando de a poco mientras vivimos, pero que nunca va estar del todo limpio hasta que no seamos despojados del envase. Por supuesto que la vida que tenemos mientras estamos dentro del envase es importantísima, y es fundamental vivirla y aprovecharla al máximo. Vivir dentro de este cuerpo es muy importante para determinar lo que vamos a ser una vez que estemos en presencia de Dios. Pero tenemos que entender que lo invisible es más importante para nuestras vidas que lo visible, y que recibir a Jesús, hacerlo parte de nuestras vidas, zambullirnos en él, es la clave para que, cuando al final del camino seamos despojados del cuerpo, nuestro ser pueda permanecer en la presencia del Señor sin ser arrastrada a la oscuridad, y podamos disfrutar para siempre de la maravillosa luz de Dios que contiene todo aquello que es agradable y que nos hace bien.

Espero que hayan entendido la idea, sé que es compleja y profunda, pero sobre todo espero que la hayan entendido con el corazón, y que puedan vivir con la convicción de que por recibir a Cristo ya están fuera de peligro, y que mientras tanto, conviene vivir la vida de la manera más pura posible para llegar lo más completos que podamos a la presencia de Dios una vez que se termine nuestro viaje en este mundo.

Que el Dios de la santidad renueve cada día nuestra fe y convicción, y nos de la sabiduría necesaria para seguir siempre eligiendo ser renovados, sin importar cuánto cueste, para ser cada día más completos en Cristo, nuestro camino al Padre. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.