lunes, 27 de febrero de 2012

Armadura de Dios - El casco de la salvación

Hola a todos. Estamos llegando al final de esta serie de reflexiones. Probablemente todavía parece que todas las publicaciones fueron simplemente reflexiones sueltas, pero es importante tener en cuenta que todo este pasaje de la armadura de Dios está hablando de una sola cosa, y tiene que ver con cómo resistir los ataques del tentador, que es lo que había planteado en la reflexión sobre la resistencia. Pasemos al tema de hoy.

"Tomen el casco de la salvación..." (Efesios 6:17)
La salvación a veces parece algo difícil de entender. Es como una idea vaga que se nos escapa, un poco como pasaba con la fe. Tal vez la pregunta podría ser, ¿de qué somos salvados? La respuesta a esto es bastante directa, al menos en las Escrituras. Somos salvados del pecado y de la muerte. Ahora bien, ¿qué implica esto en la vida cotidiana? ¿De qué nos protege el casco de la salvación?

Pienso que la mente y la voluntad, es decir, los deseos de cada uno, están entre los más grandes misterios del hombre. A simple vista pareciera que son cosas parecidas, o van de la mano. Sin embargo es probable que nuestras propias vidas nos demuestren lo contrario. ¿Cuantas veces deseamos poderosamente hacer algo que sabemos que esta mal, o que va en contra de nuestra manera de pensar? Ahí, nuestra voluntad va en contra de nuestra mente.

En fin, pero creo que hay básicamente tres cosas de las que nuestra mente necesita ser protegida si queremos resistir las ofertas del tentador. Por supuesto, la tentación es una de ellas, pero hay tres cosas que están implícitas en la idea de salvación. Por un lado, las acusaciones y la culpa. No olvidemos que el mismo diablo es llamado en la palabra "el ángel acusador". Esa voz en la cabeza que pareciera gritarnos "¡culpable, culpable!" cada vez que fallamos es algo que nos daña, que no nos deja avanzar, que nos impide ver bien. Romanos 8:33 dice "¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica". Ya vimos que por nuestra fe en Cristo y nuestro arrepentimiento, Dios nos declara inocentes de todo cargo, aún si verdaderamente somos culpables. Podemos haber hecho algo mal, pero Dios no nos condena, sino todo lo contrario, nos perdona, nos limpia y nos restaura.

Otra cosa que afecta nuestra mente de vez en cuando son las dudas. Dudas no necesariamente sobre Dios mismo, o en nuestra fe, sino sobre nuestra salvación. Dudas sobre si realmente estamos salvados. Esto es algo que muchas veces está relacionado con lo anterior, con el hecho de ver cómo a pesar de haber creído en Cristo seguimos haciendo las cosas mal. Tal vez sea precisamente por esto que la Biblia insiste tanto en que la salvación se obtiene por medio de la fe y no por nuestras obras. Para que no pensemos que depende de nuestras acciones si seguimos estando salvados o no. Por supuesto, creer en Cristo implica querer hacer las cosas a su manera, y por eso es normal sentirnos mal cuando le fallamos. Pero eso no nos quita la salvación. Dice la palabra que fuimos salvados por el sacrificio de Cristo, que se ofreció "una vez y para siempre" (Hebreos 7:27).

Sin embargo, pensando en el tema de la resistencia, la cosa más importante con la que el casco tiene que protegernos es contra la mentalidad del pecado. Quiero volver sobre un concepto clave del que hablé cuando publiqué la reflexión sobre Romanos 1. Cuando hablo del pecado estoy hablando de la actitud desobediente que por naturaleza tenemos hacia Dios. Digo esto porque es una palabra que normalmente tiene a ser malinterpretada, pero este es el sentido más básico que a mi entender tiene la palabra "pecado". Dicho esto, vuelvo sobre esta idea.

ROMANOS 8:5,6; 1 CORINTIOS 2:10-16
El pasaje de Romanos habla de dos tipos de mentalidad. Una es la del pecado, que nos lleva a enfocarnos en aquello que desagrada a Dios. La otra es la del Espíritu, que nos lleva a la obediencia. Estas dos maneras de pensar son diametralmente opuestas, van en sentido contrario, y sin embargo parecieran coexistir en nuestras mentes. Sin embargo, no lo hacen pacíficamente. Nuestra mente, digamos, es un campo de batalla permanente entre estas dos fuerzas, entre estas dos mentalidades. Nosotros apoyamos a uno u otro bando cuando enfocamos nuestra mente en los deseos de una u otra mentalidad.

Por eso, ponernos el casco de la salvación quiere decir renovar nuestra mente. Romanos 12:2 dice "No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente". Cuanto más nos alejamos de la manera de pensar que teníamos antes de llegar al Señor, más fácil nos va a ser vivir de la manera que él nos ofrece. Una mente renovada por el Espíritu de Dios es una mente que se enfoca cada vez más en sus deseos, y por lo tanto menos en los de nuestra naturaleza desobediente. Se trata básicamente de sacar esas cosas viejas que quedaron en el sótano de nuestras vidas, y las cuales traemos para arriba cada tanto. Cambiar nuestra manera de pensar implica también cambiar nuestros parámetros, es decir, cómo y bajo qué medidas analizamos el mundo que nos rodea. Son éstas las cosas que es más fácil que cambiemos nosotros mismos. Dejar de medir las cosas según los parámetros del "mundo actual" es una manera directa de empezar a alejarnos de nuestra antigua manera de vivir.

Es, en definitiva, dejar de fijar la mente en los deseos de nuestra naturaleza de pecado, levar anclas y navegar hacia las aguas del Espíritu. Si vienen a mi mente cosas que van contra el Espíritu de Dios, no me tengo que enfocar en ellas sino rechazarlas, y enfocar mi mente en los deseos del Espíritu.

Ahora bien, ¿cuáles son los deseos del Espíritu? El pasaje de 1 Corintios dice que el Espíritu escudriña todo, hasta las profundidades de Dios. La mentalidad del Espíritu, entonces, consiste en mirar a Dios y buscar más conocimiento sobre él, un conocimiento cada vez más profundo y personal. El pasaje dice que "tenemos la mente de Cristo" (2:16). El Espíritu de Dios, entonces, no es otra cosa que Cristo mismo habitando en nuestra vida, en nuestra mente. Conocer los deseos de Cristo nos haría saber cuáles son los deseos del Espíritu.

No quiero detenerme mucho en esto por una cuestión de espacio, pero si analizamos la vida de Cristo en la tierra, podemos ver que tanto su mensaje como sus acciones siempre tienen tres temas básicos: la verdad, el amor y la alabanza. La verdad entendida por un lado como aquello que Dios considera justo y bueno, y también como la sinceridad y honestidad. El amor hacia Dios, hacia las personas y hacia nosotros mismos, un amor verdadero y completo, que nos lleve a la acción y al servicio. La alabanza como actitud de gratitud y admiración hacia Dios, manifestada en oración, reflexión y celebración.

Llenar nuestras vidas de estas cosas, entonces, es enfocarnos en la mentalidad del Espíritu. Tenemos que revestirnos de la mente de Cristo, de su manera de pensar, para pensar en las cosas del Espíritu. A veces va a ser más fácil, otras más difícil, pero de eso se trata ponernos el casco de la salvación. Y no olvidemos lo que decía el pasaje de Romanos 8:6, "la mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz". La muerte es un estado. Si nuestra mente está anclada en el pecado, en nuestra vieja naturaleza, vamos a vivir de una manera pobre y vacía, pero si nos enfocamos en el Espíritu vamos a poder experimentar la alegría y la paz de la vida plena que nos ofrece Cristo.

1 Corintios 2:16 - "Nosotros por nuestra parte tenemos la mente de Cristo."

Que Dios, que entregó a su hijo Jesús por nuestra salvación una vez y para siempre, renueve sus mentes cada vez más, para que puedan disfrutar de la vida que proviene de la mentalidad del Espíritu. ¡AMÉN!

viernes, 24 de febrero de 2012

Armadura de Dios - El escudo de la fe

Hola a todos. El tema de esta reflexión se presta para hablar durante horas, y aún así creo que quedarían muchísimas cosas por decir. Voy a tratar de ir al punto en el que se asocia con el pasaje de la armadura de Dios. En cualquier caso, espero que les resulte útil.

"Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno" (Efesios 6:16)
En muchas ocasiones, la fe puede ser nuestra única protección posible. No tenemos que olvidar que en nuestra vida espiritual estamos cotidianamente peleando con cosas que no vemos. Y para defendernos de algo que no vemos, tenemos que aferrarnos a lo que nos une con lo espiritual: la fe.

Ahora bien, la fe es algo que a veces suena muy abstracto y con un significado difícil de precisar. En términos generales, podemos decir que tener fe en algo es tener confianza en eso, pero en la práctica es mucho más. Es apoyarnos en eso. Es confiar en eso y dejarnos influir por eso. Somos llenos de aquello en lo que tenemos fe.

HEBREOS 11:1-29
Este pasaje bastante largo me parece uno de los pasajes más reveladores de toda la Escritura. La fe es algo central para cualquiera que quiera seguir a Dios, y me parece que estas palabras están llenas de pistas sobre de qué se trata la fe. Dicho de manera resumida, creo que la fe es nuestra verdadera vista. La palabra dice que lo que se ve fue hecho a partir de lo que no se ve. Eso quiere decir que, en orden de importancia, lo que no se ve va primero. Lo que se ve es solamente un reflejo de lo que no se ve. Dios es invisible, y nosotros, aún hechos a su imagen, somos visibles. Interactuamos con aquello que está creado en el mismo orden que nosotros, en el de lo visible, a través de los ojos.

Entonces, la fe es el ojo para interactuar con aquello que no vemos. Es muy interesante la definición con la que comienza este pasaje. Dice que "La fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve" (11:1). Otra versión dice "la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve". Tener fe es entonces dar por hecho aquello que todavía no veo, es decir, lo que viene, lo que espero. Tener una confianza tal en que las cosas van a pasar de esa manera que ni siquiera lo dudo. Por supuesto, esto es difícil y hasta diría que no depende de nosotros. Aunque para lograr esa confianza tenemos que despojarnos de los presupuestos de lo visible y eso sí depende en gran medida de nosotros. Pero se trata de tener por seguro, justamente, dar por garantizado, aquello que esperamos.

Por otra parte, tener fe es dar por cierto aquello que no vemos pero que dentro nuestro sabemos. Es casi como saberlo "a ciencia cierta". Estar convencido de que aunque no lo vea, es cierto. Existe esta expresión que dice "tener una fe ciega". Bueno, justamente la fe es lo que nos da vista. Cuanto más ciegos somos a lo visible, más perceptivos somos a lo invisible. Por eso, el gran entrenamiento de la fe parecería ser dejarnos llevar cada vez menos por aquello que vemos, y guiarnos por lo que no vemos.

Esto, por supuesto, también es difícil. Lo que no vemos se nos escurre con más facilidad. Ahí es donde de alguna manera interviene nuestra acción directa. La fe tiene una parte consciente y otra no tan consciente. La parte consciente es aquella que, cuando viene un momento difícil o cuando no vemos las cosas con claridad, nos hace decir "No importa, sé que esto es de tal manera, aunque ahora no lo vea". La parte inconsciente es la que vamos trabajando cuando practicamos la consciente, y es la que nos hace estar cada vez más atentos a lo que no vemos.

Por ejemplo, en las relaciones entre personas, lo visible es lo que se dice y lo que se hace. Pero detrás de eso hay cosas invisibles para nosotros. El pasado de una persona, inmediato o lejano, es invisible para nosotros. Sus sentimientos son invisibles. Sus pensamientos y creencias son invisibles. Su estado de ánimo, aunque se refleja, es invisible. Su espíritu es invisible, sus motivaciones, su esencia. Todas estas son cosas que se nos escapan. Pero a medida que practicamos la parte consciente de nuestra fe, se nos escapan menos. Nos vamos volviendo capaces de ver un poco más a través de lo visible en la persona, y vamos sin darnos cuenta prestando más atención a esas cosas que no vemos.

Lo mismo pasa al comprender nuestra realidad, y el mundo que nos rodea. Si filtramos todo a través de la fe, vamos entendiendo las cosas de una manera distinta y más completa. La fe es la herramienta para abrir nuestra mente a la verdad.

Es por eso que es nuestra fe la que va a protegernos como un escudo. Si nos anclamos en lo invisible a través de la fe, nos aferramos al único que puede defendernos de aquello a lo que nos enfrentamos. Y haciendo esto no solamente estamos poniendo nuestra esperanza, nuestra garantía, nuestro apoyo en él, y en su palabra, y en todo lo que conocemos de él, sino además estamos alejándonos de lo visible. Si hay un camino rápido, es el que vemos. Si hay un camino fácil, es el que vemos. Pero el que no vemos es el mejor camino, sea rápido o lento, sea fácil o difícil. Por regla general, pareciera que lo fácil y rápido siempre son la peor opción.

Por eso, es nuestra fe la que nos va a servir de protección contra las situaciones difíciles que vivamos, anclando nuestra mirada en lo invisible, que está detrás, pasando esa situación. Nos va a hacer ver a través de ella. Y va a ser la fe la que nos va a proteger de las tentaciones, de esas ofertas del diablo de las que hablaba en la introducción sobre la resistencia. La fe es lo único que puede salvarnos, siempre.

Dice Romanos 8:24 que "la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene?". Por eso, en la esperanza, que no es otra cosa que la capacidad de esperar con confianza, mostramos la constancia de nuestra fe en Dios. A veces tal vez sea por eso que Dios permite que atravesemos momentos de gran dificultad. Para que nosotros mismos podamos salir fortalecidos en nuestra fe a través de la esperanza. No tenemos que olvidar que Dios planeó todo para que nuestra vida sea óptima, como dice la palabra: "sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman" (Romanos 8:28).

Bueno, espero que haya sido de gran bendición para ustedes esta reflexión. Mi recomendación es que ahora lean otra vez el pasaje de Hebreos, y tal vez encuentren todavía más profundidad en él que la primera vez. Está lleno de ejemplos que me hacen pensar en todas estas cuestiones sobre lo visible y lo invisible, y me tomaría otras tres publicaciones como mínimo explorarlas todas. Tal vez algún día lo haga. Lo importante es que ustedes puedan hacerlo por ustedes mismos según la palabra. Y confiemos, porque la fe es la llave de la victoria en toda nuestra vida.

Hebreos 11:1 - "La fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve"

Que el Dios invisible, creador de todas las cosas, los ayude a vivir cada vez más por fe, con total garantía en la esperanza, y total certeza en lo que no se ve, para que puedan resistir en todo momento y en toda situación. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

martes, 21 de febrero de 2012

Armadura de Dios - El calzado del evangelio

Hola a todos. El tema de esta reflexión es un tema muy explorado en general, pero la primera vez que la hice descubrí cosas que no me había planteado antes. Espero que también sea de bendición para ustedes. Recuerden que de todo esto lo que más importa es lo que dice la palabra de Dios, no tanto lo que diga yo.

"... y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz" (Efesios 6:15).
Pienso que estamos acostumbrados a escuchar y leer que nuestra misión es anunciar las buenas noticias de Jesús. Ahora, llegado a este punto me pregunto, ¿cuáles son esas buenas noticias?

El versículo de Efesios nos da un indicio inicial. "Proclamar el evangelio de la paz", dice la palabra. Paz entre Dios y los hombres, en definitiva, pero también, y como consecuencia de ella, paz entre los hombres. Esto es a mi entender lo que Pablo llama "ministerio de la reconciliación". Después voy a volver sobre eso.

COLOSENSES 1:21-23
Este pasaje siempre me resulto muy revelador. Dice la palabra que cuando estábamos alejados de Dios éramos sus enemigos, a causa de nuestro pecado, es decir, de nuestra desobediencia. Nosotros queríamos exactamente lo contrario a aquello que Dios quería, y eso nos hacía estar enemistados con él.

Es precisamente esa enemistad la que Jesús vino a romper. Al morir por cada una de nuestras ofensas contra Dios, él pagó por ellas, haciendo que nada más se interponga entre Dios y nosotros. Por eso, al confiar en Jesús, en su obra, tenemos paz con Dios. Estamos aceptando que era necesario que alguien pagara por eso, y que Jesús lo hizo. Por lo tanto, estamos tomando el perdón de Dios por medio de la obra de Cristo y recibiendo su declaración de paz.

Esa es, entonces, la buena noticia: que mediante la muerte de Cristo, Dios sacó la enemistad del medio. Antes éramos sus enemigos por nuestra actitud desobediente y malas acciones, pero recibir y creer el evangelio trae un progresivo cambio de actitud y conducta.

2 CORINTIOS 5:17-21
Esta es la buena noticia. Que tenemos una segunda oportunidad de ser amigos de Dios, y ser restaurados. Ser enemigos de Dios va arruinando lentamente nuestras vidas, mientras el pecado va ganando más y más poder sobre nosotros. Pero un solo paso de fe rompe esa cadena y empieza un nuevo proceso, uno de liberación y restauración. Solamente un paso: confiar en Cristo, en su obra. En que Dios lo trató como debería haberme tratado a mí, con tal de que yo pueda ser justificado y liberado de la opresión. "No tomándoles en cuenta sus pecados", dice el texto. Se olvida de ellos. Los deja atrás.

A eso se refiere Pablo con el "ministerio de la reconciliación". Se nos encargó que le avisemos al mundo que Dios quiere hacer las paces. No quiere que el hombre siga luchando contra él, y contra los demás hombres. Quiere la paz, de una vez y para siempre. Nuestra tarea, si queremos ponernos el calzado del evangelio de la paz, es amigar al mundo con Dios. Como dice el pasaje, "somos embajadores de Cristo" (5:20). Nuestra oferta es la paz con Dios a cambio de un arrepentimiento genuino. Es la oferta de Cristo.

Colosenses 4:5,6 - Tenemos que estar siempre preparados para anunciar esta buena noticia de la paz, atentos a las oportunidades que tengamos. Encarnar el mensaje, comportarnos sabiamente, dice el texto. Nuestra vida entera tiene que estar enfocada en este objetivo. En anunciar la paz de Dios al mundo.

En definitiva, si enfocamos correctamente el mensaje, la gente va a recibirnos con brazos abiertos. Dice Isaías 52:7, "¡Qué hermosos son, sobre los montes, los pies del que trae buenas nuevas; del que proclama la paz, del que anuncia buenas noticias, del que proclama la salvación, del que dice a Sion: 'Tu Dios reina'!"

En fin, nuestra misión es reconciliar al mundo con Dios. Para esto, tenemos que anunciar esta buena noticia de la paz y la redención, la chance de empezar de nuevo. Pero es necesario encarnar este mensaje. Si proclamamos la paz, tiene que ser en paz. Si anunciamos el amor, tiene que ser con amor. Si ofrecemos la chance de empezar de nuevo, tenemos que saber perdonar y dar nuevas oportunidades. Dios lo hizo conmigo, y si quiero ser justo y sincero, tengo que hacerlo con los demás.

2 Corintios 5:20 - "Somos embajadores de Cristo, como si Dios los exhortara a ustedes por medio de nosotros: 'En nombre de Cristo les rogamos que se reconcilien con Dios'."

Que el Dios de paz los vista con el calzado del evangelio, para que puedan anunciar con eficacia y con alegría el mensaje de la reconciliación, llevando al mundo a la paz de Dios. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

martes, 14 de febrero de 2012

Armadura de Dios - La coraza de justicia

¡Hola a todos! Hacía mucho que no publicaba tan seguido, creo. Pero mi idea es que en lo posible no se pierda el hilo de la serie, así que voy a tratar de mantener el ritmo. Hoy nos toca la segunda "pieza" de la armadura. Como dije en la publicación pasada, insisto en que puede ser útil memorizar el pasaje de Efesios así como el versículo central de la reflexión. Cuando hice por primera vez esta reflexión, lo hice, y fue bastante útil.

"... protegidos por la coraza de justicia..." (Efesios 6:14)
Cuando pienso en esta frase, lo primero que me pregunto es, ¿qué es la justicia? Pienso que esta palabra tiene distintos significados según el contexto. La justicia es, digamos, lo que está bien. También puede ser la retribución equitativa, incluyendo un mal y su castigo. La justicia puede ser la declaración verdadera de la condición de alguien, o un juicio de valor acertado sobre una persona, por ejemplo, diciendo si es inocente, si es culpable, declarando que es honrado, que es mentiroso, y cosas por el estilo.

En cualquier caso, la justicia, en su máximo exponente, es la opinión que Dios tiene sobre algo o alguien. Dios es justo, y es el que justifica, es decir, el que imparte la verdadera justicia. Si es lo que está bien, Dios es el que lo determina. Si es una retribución, Dios es el que la hace de manera absolutamente acertada. Si es una declaración, Dios es el único dueño de la verdad. Si es un juicio de valor, Dios es el único juez absolutamente infalible.

La palabra de Dios dice que nos mantengamos protegidos por la coraza de justicia. Es interesante que nos llame a mantenernos protegidos. Pienso que podemos llegar a pensar que es algo que Dios tiene que hacer, vestirnos de justicia. Sin embargo, no llama a nosotros a mantenernos. Creo que somos nosotros los que tenemos que decidir si vamos a quedarnos bajo la protección de la justicia de Dios, o sacarnos la coraza y quedar expuestos con nuestra propia justicia.

Eso puede ser un gran error. Romanos 3:10 dice que "no hay un solo justo, ni siquiera uno". Eso quiere decir que si me saco la coraza de la justicia de Dios, quedo totalmente expuesto a la injusticia, de los demás pero sobre todo a la mía. A veces tenemos la tendencia de usar nuestro propio juicio para discernir las cosas, y diría que "a veces" en este caso es solamente una forma de decir. Pero la verdadera justicia viene de Dios.

También corremos el riesgo de dejarnos arrastrar por la sensación de culpa frente a las cosas que hacemos mal, o incluso cosas en las que no tenemos ninguna responsabilidad pero por algún motivo nos sentimos culpables.

FILIPENSES 3:7-11
Ahora bien, ¿cómo nos mantenemos protegidos por la coraza de la justicia de Dios? Pienso que este pasaje nos da una clave bastante fundamental. "Todo aquello que para mí era ganancia, ahora lo considero pérdida por causa de Cristo". Todo lo
que pensaba que me convertía en alguien importante, en alguien bueno, en alguien sabio, en alguien respetable, es basura. Lo que me importa es la aprobación de Dios. Pienso que esa es la idea general de este pasaje. Es algo muy difícil incluso de empezar a hacer, pero pienso que de eso se trata. No quiero mi propia justicia, dice Pablo, sino la de Dios, que viene por la fe. No por la confianza en mí mismo, y en mi capacidad para el bien, sino por la confianza en el Dios que puede restaurarme, levantarme cuando caigo, perdonarme cuando fallo y justificarme, declararme justo. Porque como vimos en las reflexiones sobre Romanos, eso es lo que pasa cuando creemos. Dios, a pesar de nuestras equivocaciones, más o menos graves, nos declara inocentes por medio de nuestra fe. Y esa justicia es la que nos protege, la que nos defiende, impide que la injusticia de afuera o incluso la de adentro nos dañe. Impide incluso que nuestra propia injusticia dañe a otros.

Por supuesto, esto no es un absoluto ni una constante. Seguimos siendo falibles, no importa cuánto tratemos de confiar en Dios. Pero la justicia es también una conducta, y su base está en la actitud de la fe en Dios. Es algo que el mundo no puede darnos, porque a rasgos generales, nos enseña a ser injustos: pensar en nosotros mismos, vivir la vida como se nos ocurra, hacer lo que nos parezca.

Pero la justicia está directamente relacionada con la obediencia. La coraza de la justicia de Dios protege nuestro corazón para Cristo, y requiere de nosotros una obediencia agradable a Dios. Una obediencia que no mira el temor, ni la culpa, sino el amor, hacia Dios y hacia los demás. El amor a Dios nos lleva al deseo de obediencia, y esa es la justicia que Dios espera de nosotros. Juan 14:23 dice "El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él.". De eso de trata la justicia: del Espíritu de Cristo, es decir, Dios mismo, viviendo en nosotros. Y nosotros, de esa manera, vivimos por y para él.

Para cerrar esta reflexión, quiero hacer un último comentario. No dejemos que nadie nos engañe: no importa lo que hagamos, o dejemos de hacer. Somos justos, porque Dios nos declara justos por medio de nuestra fe en Cristo. No cabe ninguna condena para nosotros mientras caminemos en el arrepentimiento, la humildad, y el amor. Esto no viene de nosotros, sino de Dios, como regalo. Sin embargo, ya que somos libres, usemos esta libertad para obedecer a Dios de corazón, y vivir la vida que él nos propone, una vida absolutamente plena.

Filipenses 3:9 - "No quiero mi propia justicia que procede de la ley, sino la que se obtiene mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe."

Que Dios, de quien procede la verdadera justicia, los llene de firmeza para mantenerse protegidos por la coraza de su justicia, que recibimos por medio de la fe en Cristo. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.

jueves, 9 de febrero de 2012

Armadura de Dios - El cinturón de la verdad

Hola a todos. Hace algunos meses había empezado a publicar una serie de reflexiones, de las que publiqué solamente la primera, referidas a nuestra lucha espiritual. En el medio me pareció oportuno comentar mi experiencia de encuentro con Dios, y ahora mi idea es poder seguir con esta serie. La última vez había hablado acerca de la necesidad de rechazar las ofertas que nos hace el tentador, y había dejado como cierre un pasaje en el que se hablaba sobre la armadura de Dios. Precisamente de eso se trata esta serie.

En la publicación anterior había planteado la importancia de llenar nuestras mentes de Jesús. Cuando hacía esta reflexión por primera vez, me pareció que una buena manera de ayudar a que esto pase es memorizar ciertos versículos que consideremos centrales sobre algún tema en particular. Así que en esta serie, en cada publicación, voy a dejar como cierre un versículo que me haya parecido centro de la reflexión. Y la idea es además que, paso a paso, vayamos analizando y memorizando el pasaje sobre la armadura de Dios, y que cada día, al despertar, podamos recordárnoslo a nosotros mismos para empezar el día, digamos, vestidos de Cristo.

Bueno, escribo acá el pasaje entero: "Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia, y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno. Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios." (Efesios 6:14-17)

"Mantenganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad..." (Efesios 6:14)
Esta es la primera frase del pasaje de la armadura de Dios. Ahora bien, ¿qué es el cinturón de la verdad? La verdad, hasta donde sabemos, es la enseñanza de Cristo. La palabra nos anima a armarnos con esta enseñanza, pero no solamente armarnos, dice "ceñirnos", ajustarnos la enseñanza de Cristo a nuestro ser. Mirar siempre, permanentemente, a Jesús, pegarnos a él.

JUAN 8:31,32

Una pregunta que me hice al reflexionar sobre esto fue, ¿cómo hago para ceñirme a Jesús? Este pasaje me dio una respuesta absolutamente directa. Dice el versículo 31, "si permanecen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos". Conocer las enseñanzas de Jesús requiere leer la palabra, informarnos, saber qué dijo, pero no es suficiente con leerlo, ni siquiera con entenderlo. Es necesario aplicarlo y mantenerse en ese camino. Permanecer fieles a eso que aprendimos. La manera de ser discípulo de Jesús es seguir sus enseñanzas. Esto implica perseverar, no dejarnos arrastrar por la tentación, de lo que sea, es decir ignorar las ofertas del tentador

Por supuesto, esto está entre esas cosas que es más fácil decir que hacer. Pero el incentivo es muy grande. El versículo 32 continúa la frase: "...y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres". Hay ciertas cosas en las que caemos con frecuencia, volviendo una y otra vez al mismo punto, cometiendo el mismo error. Cada vez que me pasa esto, siento que estoy atado, encadenado por estas cosas. Siento como si fuera un ser capaz de volar, pero con el cuerpo envuelto en ataduras. La palabra dice que si seguimos con constancia las enseñanzas de Jesús, sólo así vamos a conocer la verdad, es decir, la vamos a conocer en profundidad, y es este conocimiento profundo el único que nos puede hacer libres. Libres de esta sensación, libres para volar a pesar de nuestras ataduras, libres para llevar adelante los propósitos de nuestras vidas a pesar de los obstáculos.

Libres, en definitiva, del pecado. Romanos 8:2 dice "la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte" como consecuencia de estar unido a Cristo. Podríamos decir, como consecuencia de estar ceñido a Cristo, a su enseñanza, a la verdad.


En definitiva, el diablo es el padre de la mentira, por lo tanto la verdad es lo opuesto a él, a su naturaleza. La verdad es el medio para contrarrestar sus mentiras y por lo tanto su poder. Por eso es importante también hablar la verdad. Proclamar las buenas noticias y transmitir las enseñanzas de Jesús son la mejor manera de ayudar y proteger a otros del tentador. Donde hay verdad no puede entrar el poder del diablo.

Y esto incluye ser una persona verdadera. Por eso hay que ajustarse a la verdad, ceñirse con ella. Tenemos que ser verdaderos en todo. Si hablamos mentira, damos paso al tentador. Lo mismo si ocultamos algo por temor a que se sepa. Lo que oculto es parte de la mentira. La verdad es la luz, y todo lo que es verdadero puede salir a la luz. Lo que no puede saberse, es parte de la mentira.

En fin, tenemos que estar siempre preparados para ser verdaderos, sinceros. Tenemos a nuestro favor que la parte más importante de la verdad nos fue revelada en Jesús y sus enseñanzas. Si miramos a él y nos enfocamos en él permanentemente, vamos a estar ceñidos a la verdad. Esto no es fácil ni se logra de un día a la mañana, es algo de todos los días. Pero el incentivo es muy grande: nos espera la libertad, la verdadera libertad.

Juan 8:32 - "Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres."

Que el Dios de la verdad los llene de luz en su interior, para que puedan vivir y caminar ceñidos con el cinturón de la verdad. ¡AMÉN!

Hasta que volvamos a encontrarnos.